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La Alhambra, ¿la última visión de Jim Morrison?

Jim Morrison
Jim Morrison

«Estáis bebiendo con el número tres». Jim Morrison, cantante de ‘The Doors’, profetizó así su propia muerte tras recibir la noticia de que Janis Joplin acababa de fallecer, 16 días después de morir Jimi Hendrix. Era octubre de 1970, le quedaban sólo nueve meses de vida y uno de ellos lo iba a pasar en España.

Fue entonces cuando cansado de la fama, harto del rock y perseguido por la justicia estadounidense, buscó en París un refugio para esconderse de cuatro años de excesos.

Sin embargo, en la capital francesa, éstos no cesaron y el alcohol siguió muy presente en su vida. Un día, tras toser sangre, un médico le recomendó descansar en un clima cálido. Sin pensarlo demasiado, el 10 de abril de 1971 inició un viaje en el que visitó España junto a su novia Pamela Courson.

La pareja alquiló un Peugeot con el que atravesaron los Pirineos por Cataluña antes de parar en Madrid, donde visitaron el museo del Prado. Allí, según relata el escritor Stephen Davis en una biografía del artista, Pamela Courson grabó con su cámara Super-8 a Jim Morrison petrificado contemplando ‘El Jardín de las Delicias’ de El Bosco, tríptico sobre el que había escrito en sus años de estudiante en la Universidad de Cine de Los Ángeles.

Jim Morrison y La Alhambra

La pareja atravesó el puerto de Despeñaperros y llegó a Granada. En la ciudad andaluza se iban a encontrar con un grupo de personas que habían creado un local en el que la cultura fluía por sus paredes. Se llamaba Zíngara y todas las noches ofrecía exposiciones de pintura, conciertos y encuentros poéticos.

El granadino Ángel Carmona fue uno de los impulsores de aquel lugar mágico, ubicado en el barrio del Sacromonte y con unas vistas impresionantes a La Alhambra. Durante los años 60, Carmona visitó lugares emblemáticos de la contracultura hippie, como San Francisco o París, donde incluso llegó a conocer al filósofo Jean Paul Sartre. Cuando decidió volver a Granada, trajo unos conocimientos que prácticamente no existían en España.

Pero no fue el único. Un amigo suyo, Rafael Cuéllar, visitó en 1968 la California más hippie de la historia. Cuando regresó a Granada, ayudó a Carmona a excavar con sus propias manos una cueva que acabó convirtiéndose en Zíngara. Allí ponían discos que trajeron de Estados Unidos de Ten Years Atfer, Jefferson Airplane, Santana o Jimi Hendrix, que se mezclaban con el folclore local.

Aquel lugar fue adquiriendo fama y la voz se corrió entre los amigos que Carmona había dejado en California. «Comenzó a llegar gente de todo el mundo. Un día apareció una pareja canadiense que había oído hablar de Zíngara. Después fueron llegando más», explicó.

Uno de aquellos visitantes fue Jim Morrison. Una noche, Cuéllar se percató de que pasaba algo diferente: «Era un lugar de difícil acceso. Vi un coche aparcado en la puerta, algo que me pareció extraño. Cuando entré, las dos camareras estaba alborotadas porque Jim Morrison estaba en el local».

Joanie Roseblant y Joanne Yablosky eran dos jóvenes californianas que viajaban por Europa y pararon en Granada por un tiempo, donde trabajaron en Zíngara. Rápidamente reconocieron al barbudo Jim Morrison. «Pamela se acercó a la barra y nos dijo que iban de incógnito. Charlamos con ellos en una mesa y nos invitaron a su piso de París», recuerda Rosenblant.

Después, Cuéllar decidió entablar conversación con el artista. «Me dijo que vinieron a Granada, porque habían oído hablar de Zíngara. Se alojaron en casa de tres australianos. Después me pidió whisky, pero como no había, salí a buscarlo. Conseguí una botella. Estaba acompañado por gente muy seria y silenciosa, y, salvo él, que se la bebió entera, el resto parecía alimentarse del aire», destacó.

Jim Morrison no hacía caso al médico que le recomendó calmar sus hábitos destructivos. En 1969 relató su relación con el alcohol en ‘Rolling Stone: «Tienes el control hasta un punto. Es tu elección cada vez que tomas un sorbito. Tienes un montón de pequeñas elecciones. Supongo que es la diferencia entre el suicidio y una capitulación lenta», dijo.

La muerte rondaba a Jim Morrison, pero Zíngara ofrecía vida. Allí presenció varios conciertos, pero no se animó a cantar. «Nos pidió que le pusiéramos algo de Janis Joplin. Y lo hicimos. Estaba nostálgico», recuerda Cuéllar.

El encuentro de aquel joven granadino con Morrison concluyó cuando le mostró La Alhambra. «Decía algunas palabras en español y le dije que era el lugar más bello del mundo y que tenía que visitarlo».

Al amanecer, el ‘Rey Lagarto’ y Pamela Courson subieron al monumento. El cantante quedó atrapado por su magia e insistió en verlo varios días seguidos. Pamela grabó a Jim sentado cerca de la famosa fuente custodiada por los leones de piedra. Tal y como asegura Stephen Davis, Morrison se levantó con una sonrisa angelical en su rostro y caminó hacia la cámara hasta que uno de sus ojos ocupó el último fotograma.

Tras pasar varios días en Granada, la pareja viajó a Tánger, desde donde fueron a Marrakech. Después, cogieron un avión en Casablanca que les devolvió a París. Comenzaba la cuenta atrás para un trágico desenlace. Era el 3 de mayo de 1971 y a Jim Morrison le quedaban dos meses de vida.

La última visión de Morrison

Su cadáver apareció en la bañera del piso derecho de la cuarta planta del 17 de Rue de Beautreillis hace exactamente 42 años. La versión oficial dictaminó que murió de un ataque al corazón.

Pero el francés Gilles Yepremian, que conoció a Jim Morrison en París tras recogerle borracho en un pub llamado ‘Rock and Roll Circus’, explicó que el cantante falleció en los retretes de aquel local tras esnifar heroína que fue a recoger para su novia.

La verdad de lo que pasó la noche del dos al tres de julio de 1971 nunca se sabrá. Pamela Courson contó que después de regresar del cine, pusieron las filmaciones de sus viajes por España porque Jim no era capaz de dormir.

Si así ocurrió, algunas de las últimas imágenes que el cantante vio antes de morir estuvieron relacionadas con el país que sólo tres meses antes había visitado y, en concreto, La Alhambra.

Por Juan José  Lahuerta

Con información de : El Mundo

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