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La importancia de las tradiciones en la familia de Leila y Zain

Tradiciones: Leila y Zain
Tradiciones – Leila y Zain

En el corazón de la antigua ciudad de Damasco, donde las calles estrechas y sinuosas están llenas de historia y las casas de piedra blanca hablan de siglos de tradiciones, vivía una pareja siria, Zain y Leila.

Ambos habían crecido en familias profundamente apegadas a las costumbres ancestrales, y su unión fue una celebración de estas tradiciones que habían perdurado a través de generaciones.

Zain era un hombre de unos treinta años, con una barba cuidada y ojos oscuros que reflejaban la sabiduría de sus antepasados.

Trabajaba como artesano, creando hermosos muebles de madera tallada a mano, un oficio que había aprendido de su padre y su abuelo antes que él.

Leila, su esposa, era una mujer de veintiocho años, conocida por su gracia y elegancia.

Era maestra en la escuela local, donde enseñaba a los niños sobre la rica herencia cultural de Siria.

La boda de Zain y Leila fue un evento grandioso, celebrado según las tradiciones de su tierra.

Las festividades duraron varios días, comenzando con la “henna“, una ceremonia en la que las manos y pies de Leila fueron decorados con intrincados diseños de henna, simbolizando suerte y felicidad.

Las mujeres de la familia cantaron canciones tradicionales y bailaron al ritmo de la música folclórica, mientras los hombres disfrutaban de banquetes y se medían en duelos de zajal.

El día de la boda, Leila llevaba un vestido blanco adornado con bordados dorados, y un velo que había sido pasado de generación en generación en su familia.

Zain, vestido con un traje tradicional sirio, esperaba ansioso en la mezquita.

Tras la ceremonia religiosa, se dirigieron a su nueva casa, una antigua casona damascena con un patio interior lleno de jazmines y una fuente que susurraba suavemente.

La vida diaria de Zain y Leila estaba impregnada de tradiciones.

Cada viernes, se reunían con sus familias para compartir un almuerzo de platos típicos como el kebbe, tabbouleh y el hummus, seguido de té de menta y dulces de miel.

Leila, además de sus responsabilidades como maestra, se encargaba de mantener viva la tradición culinaria, aprendiendo recetas de su madre y su suegra.

Por las noches, Zain trabajaba en su taller, esculpiendo la madera con dedicación y amor.

Leila solía sentarse cerca, leyendo poesía o bordando, acompañando a su marido con su presencia tranquila.

A menudo, Zain le contaba historias de sus ancestros, héroes y heroínas que habían defendido sus tierras y sus costumbres.

A pesar de los tiempos difíciles y los cambios que traía el mundo moderno, Zain y Leila se mantenían firmes en su compromiso de preservar sus tradiciones.

No solo porque eran un vínculo con su pasado, sino porque creían que esas costumbres eran la esencia de su identidad y una fuente de fortaleza y orgullo.

Así, en medio de una ciudad que cambiaba rápidamente, la pareja siria continuaba viviendo sus vidas según las enseñanzas de sus antepasados, demostrando que, aunque el mundo pueda cambiar, algunas cosas preciosas permanecen inmutables.

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