La Peste – Fadwa Tuqán
El día en que se extendió la peste en mi ciudad,
me eché al campo desnudo.
Abierto el pecho al cielo,
gritando desde lo hondo de las penas:
¡Arreadnos las nubes!
¡Soplad, vientos, soplad!,
y bajadnos las lluvias.
Que depuren el aire de mi ciudad,
que laven las montañas, las casas y los árboles.
¡Soplad vientos…! ¡Arread los nubarrones!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
¡Y que caigan las lluvias!
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