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Siria y la visión geopolítica de Putin

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No obstante la feroz propaganda occidental, es alta la efectividad de la operación aérea y naval rusa contra posiciones de mando, comunicaciones, armamento y logística del autodenominado Estado Islámico (EI).

Igualmente lo es la transparencia y la rendición de cuentas sobre sus resultados, al pueblo ruso y a los pueblos del mundo. Ello, en llamativo contraste con la oscura y fracasada guerra aérea que libran Estados Unidos y sus aliados, desde hace más de un año, contra el también autonombrado califato.

Es evidente que los rusos, previamente a la campaña, han realizado un laborioso trabajo de inteligencia humana a través del Ejército Árabe Sirio, además de la inteligencia satelital, de drones y de intercepción de comunicaciones. De modo que ni los pilotos ni los misiles vuelan a ciegas, sino teniendo claramente definidos y corroborados de antemano los blancos a abatir en cada misión.

El hecho de operar en cooperación con el ejército sirio les permite un máximo de efectividad dado el íntimo conocimiento por este del terreno y de la problemática local. Con excepción de los kurdos y, por supuesto, los legendarios combatientes de Hezbolá, cualquiera de las otras fuerzas irregulares en Siria e Irak parecen carecer de estrategia y unidad de mando. Como los miembros del EI, han sido entrenados por Washington y sus aliados occidentales y financiados por Arabia Saudita y Qatar con objetivos geopolíticos múltiples pero estratégicamente apuntan contra Rusia y al control de hidrocarburos y oleoductos. Los rebeldes moderados parecen existir sólo en el discurso de los medios occidentales.

Putin ha llamado a una coalición internacional contra el EI y los militares rusos afirman que quieren verse con sus colegas estadunidenses en Moscú para discutir una serie de problemas prácticos y operativos que están encontrando. Qué otra cosa razonable podría hacer Washington, para reparar, si fuera posible, la imagen genocida e imperialista que ha labrado entre los pueblos árabes y musulmanes.

El Kremlin, con la visión estratégica proverbial de Putin, no se ha lanzado a una aventura disparatada como le ocurrió a la Unión Soviética con la intervención militar en Afganistán. Previamente hizo un trabajo diplomáticos necesario como el intercambio al más alto nivel con Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos y el memorable discurso de Putin en la Asamblea General de la ONU, cuya fidelidad a los hechos reales y sus meditados razonamientos contrastaron de manera notable con los de un Obama, que sabemos talentoso, pero que puede llegar a un grado de fantasía en sus afirmaciones que lo hacen quedar muy mal parado. Como eso de presentarse como adalid de la paz y la concordia en el mundo y, en particular en Medio Oriente, después de los sangrientos daños y la terrible destrucción ocasionados por la potencia y sus aliados a los pueblos de la región sin el más elemental respeto por el derecho internacional.

Mientras la mafia mediática seguía el guión propagandístico antirruso de Washington sin presentar una sola prueba de los supuestos civiles muertos por Moscú, la aviación yanqui deshacía ante los ojos del mundo el hospital afgano de Kunduz y mataba a 22 pacientes y miembros de Médicos sin Fronteras (MSF), cuya dirección califica la acción de crimen de guerra. Existe el agravante de que MSF había dado las coordenadas del hospital días antes a los mandos estadunidense y afgano y volvió a hacerlo al iniciarse el bombardeo, que no obstante se prolongó casi una hora.

Para colmo, Israel, asesina palestinos inermes cada vez con más descaro e impunidad, mancilla los lugares sagrados del islam en Jerusalén y amplía sus ilegales asentamientos en ese holocausto y despojo colonial en cámara lenta, que no cesa desde 1948. Crímenes sólo posibles por el colosal apoyo financiero, militar y diplomático que le brinda Estados Unidos con la complicidad de la Unión Europea.

Rusia actúa de acuerdo con el derecho internacional y en defensa propia en Siria. Al cerco de sus fronteras terrestres por la OTAN ha respondido con la recuperación de Crimea, paso geopolítico que ahora completa fortaleciendo su presencia en el país árabe a petición de Damasco y, por consecuencia, en el Meditarráneo. Muchos integrantes del EI proceden del Cáucaso ruso y allí pretenden volver.

Rusia busca una solución negociada al conflicto en Siria y esta acción es lo único que parecería poder lograrlo. No será fácil. Tampoco lo era el acuerdo nuclear con Irán y ya es un hecho.

Por Ángel Guerra Cabrera
Con información de :La Jornada

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