Elogio funebre a Arafat – Por Mahmud Darwish
El poeta Mahmud Darwish, expresó desde la Almuqata en Ramalah, este discurso en conmemoración del paso de los primeros cuarenta días del fallecimiento del presidente Yasser Arafat.
Se delató mi tristeza por él un poco, porque soy como los demás, esperaba del Señor de la Salvación, su retorno con nosotros, también ésta vez, con un nuevo comienzo, sin embargo, los nuevos tiempos son más fuertes que el romanticismo de la leyenda y la magia del ave fénix. El elogio fúnebre tiene un clima permanente, comienza por utilizar el verbo conjugado en el pasado. Yasser Arafat fue el capítulo más largo de nuestras vidas, su nombre fue uno de los nombres de la Nueva Palestina, levantada desde las cenizas de la “Nakba” hacia las brasas de la resistencia, hacia la idea del estado y hacia la realidad de su malogrado establecimiento. Pero los héroes trágicos tienen un destino desavenido que, les aguarda hasta el último paso de la puerta de “llegadas”, para impedirles celebrar el feliz final de una vida llena de sufrimientos y sacrificios, porque quien siembra en los campos abruptos, no siempre llega a ser quien se lleva la cosecha.
Nuestro consuelo en este sentido, es que las acciones de este eterno líder, quien llegó a atravesar completamente el hilo que hay entre lo personal y lo público, han llevado al sangriento viaje palestino hacia las horas más oscuras de la noche, que son precisamente, las horas que anteceden a la aurora, la aurora de la amarga independencia, aunque se detenga esta aurora y aunque se erijan ante ella, los altos muros de los tenebrosos.
Nos consuela también, que el héroe de este largo viaje, quien había nacido sobre esta orgullosa tierra, ha vuelto a ella para poner la primera piedra del porvenir, para que descanse en ella eternamente y para que se enriquezca esta tierra de santuarios, con un nuevo santuario. También los emblemas se contradicen, como lo hace la historia con la fábula y la realidad con la leyenda. Por eso Yasser Arafat, el realista hasta el extremo, necesitaba a veces, nutrir su discurso con un poco de dimensión metafísica, porque los otros añadieron al conflicto sobre el presente otro conflicto sobre el pasado, barriendo las fronteras entre lo que es histórico con lo que es fábula y, para despojar al palestino de la legitimidad de su existencia nacional sobre esta tierra. Sin embargo, la búsqueda del presente es lo que más preocupa a la gente, y es, el campo de trabajo para la política y para el líder que visiona el mañana. Yasser Arafat fue, el otero del mañana, con profunda fe en Dios y sus profetas, profunda fe también, en la multilateralidad de la cultura y la religión, la cual, impregna estas tierras con sus peculiaridades, esta multilateralidad contraria a la concepción restrictiva israelí. Estaba en su dinámica búsqueda del mañana dentro del presente, tratando de encontrar los puntos de encuentro y tratando de formar un tapón ante los fundamentalismos. Su religiosidad, no era un impedimento para su laicismo y, su laicidad, no le impedía ser creyente, puesto que, la religión es de Dios, pero la patria, es de todos.
¿Quien de nosotros no se quedó perplejo ante la fuerza de su fe en la proximidad del retorno? Su visión era como su certeza, atravesaban la negra neblina. Fui testigo cuando se preparaba para montar el mar desde Beirut hacia no se sabe donde, hacia el lejano desconocido. Le preguntó Aori Avniry: ¿Hacia donde te vas? Le contestó inmediatamente: Hacia Palestina. Nadie de nosotros creyó esta respuesta que esquiva la prosa y, es que, nunca parecía que Palestina estaba tan lejos como parecía desde aquel mar. Acababa de salir del cerco de Sharon, se salvó de la persecución de los cazabombarderos y del punto de mira de los francotiradores y, se marchó en un viaje Odisiano (poeta surrealista), conllevando el fin de una etapa, para luego decir: me voy a Palestina. Volvió a remodelar el relato y el viaje, se salvó de una incursión sobre su dormitorio en Túnez, se salvó otra vez, cuando se estrelló su avión en el desierto libio, se salvó de los vestigios de la primera guerra del golfo, se salvó de la imagen de terrorista, sustituyéndola, con la imagen del ganador de un premio Nobel por la paz y realizando la profecía que habitaba su ser durante toda su vida, volviendo a su tierra prometida.
Si este fuera el fin del relato, se habría vuelto en contra de las reglas de la tragedia griega. Pero Sharon, quien volvió de Beirut arrepentido por no hacer lo que no hizo, perseguirá a su gran adversario en Ramalah, le sitiará durante tres años, convertirá su sede en escombros, envenenará su vida con el cerco y el aislamiento y le impedirá morir como deseaba, mártir en su sede. Puesto que Sharon, no hace la guerra contra la persona y su discurso nacionalista, sino que, hace la guerra contra la irradiación del emblema, dentro del tiempo y, hace la guerra contra el vestigio de la leyenda, dentro de la memoria colectiva.
Sin embargo, Yasser Arafat, quien tenía una profunda conciencia del lugar que se preparaba para si mismo dentro de la historia contemporánea del mundo, dirigió personalmente la escena, para que se facilite un necesario dolor para el último capitulo de su viva leyenda, voló hacia el exilio para darle el último adiós y entregar su alma. Porque el héroe trágico, no muere más que en el exilio.
Y camino de su caprichoso retorno, pasó aquel hombre con aires de egipcio por Egipto para pagarle sus débitos emocionales y, cuando volvió definitivamente, cuando ya no puede haber más exilios, echó el último y largo vistazo a la costa palestina enclavada como una espada en el costado del mar, después, durmió. Se evaporó el cuerpo ligero en la tierra de los sueños pesados y se durmió, pero no para levantarse como un ídolo o icono, sino como una idea viva que nos instigue a adorar a la tierra, a la libertad y a la persistencia en el nacimiento de la aurora a base de valentía e inteligencia.
La elaboración de la ilusión aflora ahora en otros lugares, puesto que, a niveles mundiales y regionales, se está celebrando anticipadamente la visión de la falsa aurora, la cual, se les atisba con la marcha de Arafat, quien fue descrito como el principal obstáculo para el progreso del proceso de paz. Hagámosles caso, ¿Cuál es la nueva visión? ¿Será acorde al derecho internacional y bajo su autoridad?
Si el obstáculo ha desaparecido, ¿desaparecerá la ocupación? El mundo, no va a tener que esperara mucho para concienciarse de que los cuatro nones de Sharon, los cuales fueron adoptados por Bush, no solo son el gran obstáculo para conseguir la paz, sino que hacen que la paz, sea imposible, porque imposibilita la probabilidad del establecimiento de un estado palestino independiente. No es factible la paz con la continuidad de la ocupación y la esclavización del pueblo palestino, así como, tampoco es factible casar lo temporal con lo eterno, ¿Quién aceptará después de Arafat un semi estado temporal eternamente?
Le echaremos de menos siempre en las crisis, en las negociaciones y en todos los aspectos de nuestras vidas, por que él es una parte orgánica de ellas y, por que él es único y carece de una escuela, puesto que el arafatismo, no se puede establecer más que con su inventor porque es una habilidad peculiar y vital, simpatía y actividad espectaculares, características personales intransmisibles, anarquía y orden parejos y, relaciones intimas con la gente que el carisma arafatista irradiaba tal cual.
Después de Arafat, no encontraremos arafatismo nuevo. Se ha cerrado la puerta sobre un ciclo completo de nuestras vidas internas, sin embargo, con su ausencia, tampoco se abrirá la puerta de la rendición a las condiciones humillantes de Israel para una pacificación donde a los palestinos no les queda nada que ceder. Ahí es donde el arafatismo continuará con su efecto y, ahí es donde Arafat no es un individuo, sino la expresión de un alma perteneciente a un pueblo vivo.
En cada uno de nosotros, existe una idea personal de él, un abrazo y un beso. En cada uno de nosotros, hay una conciencia de una identidad que no sufre de la preocupación por la definición. No seremos palestinos más que cuando somos árabes, tampoco seremos árabes más que cuando somos palestinos.Esta identidad es irrevisable e innegociable, bien se establezca el nuevo Oriente Medio o no. No seremos lo que queremos ser mientras no sepamos finalizar la “operación salida” de nuestra historia y de la historia de la humanidad y, saber como volver a ellas con toda nuestra energía, experiencia y talento. Aquello fue lo que Arafat trataba de hacer insistentemente, trasladarse del papel de victima de la historia, al de participe en la elaboración de la misma, así pues, para él será la gloria y para él será la eternidad.
El artículo, recitado desde la Almuqata en Ramalah por Mahmud Darwish, fue publicado oportunamente en el diario libanés Assafir.
Traducido del árabe por Jamal Halawa.
Con información de El Inconformista Digital.
©2015-paginasarabes®