Tartus, modernidad e historia
A la orilla del Mediterráneo oriental se levanta Tartus, el segundo puerto de Siria y una ciudad donde se entremezclan la historia y la modernidad.
Antes de la guerra que desangra al país desde 2011, era un sitio obligado para cientos de miles de sirios y extranjeros que la visitaban por sus playas, cafés y asentamientos arqueológicos.
Aunque en menor escala, las caravanas de camiones cargados aún salen de su puerto para distribuir todo tipo de mercancía en la geografía siria.
Una de las más transitadas es la autopista que une a Tartus con Damasco, la cual destaca por el colorido paisaje lleno de cipreses y eucaliptos.
Al pasar por la gobernación de Homs resalta a lo lejos el célebre Crac de los Caballeros, castillo levantado por los cruzados y antaño sede central de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, actualmente conocida como la Orden de Malta.
En la entrada de la ciudad, un gigantesco mall, con sus tiendas, centros de recreación y esparcimiento, da la bienvenida a los visitantes.
La historia de Tartus se remonta al segundo milenio antes de nuestra era, cuando fue fundada como colonia fenicia con el nombre de Aradus. Desde entonces pasaron por ella numerosas culturas y pueblos como griegos, romanos, bizantinos, cruzados y árabes.
Aunque no quedan muchos vestigios de su pasado fenicio, sí se observan edificaciones de las civilizaciones posteriores.
Frente a la costa, se levanta imponente la Ciudadela, típica de la región, edificada por los cruzados en el siglo XII y centro del poder en la urbe.
Cerca de allí aún sigue en pie la iglesia Nuestra Señora de Tartus, dedicada a la Virgen María y devenida en museo arqueológico de la provincia que guarda piezas de un valor incalculable.
En su patio se observan hileras de capiteles y pedazos de columnas griegas, romanas y bizantinas, herencia de su pasado multicultural.
A tres kilómetros de la costa sobresale Arwad, una isla de apenas un kilómetro cuadrado, que cuenta con un pequeño pero impresionante zoco árabe y uno de los castillos mejor conservados de la zona.
Con unos siete mil habitantes, es la única isla habitada en la costa oriental mediterránea.
Uno de los lugares mas visitados de la ciudad es sin duda su malecón, donde familias y amigos pasan largas horas de esparcimiento, mientras grupos de pescadores tiran sus redes al mar.
La extensa y muy transitada avenida paralela a la costa está llena a toda hora de personas que visitan sus numerosos restaurantes y centros comerciales.
La provincia destaca por sus incontables sitios arqueológicos, que recuerdan la importancia de ese territorio como ruta estratégica entre oriente y occidente.
Entre ellos sobresalen las ruinas de Amrit, donde aún están en pie varios templos, un teatro y una necrópolis fenicia.
Numerosos castillos y fuertes se erigen en su geografía: Morgat o Marqab, Yahmour, Kadmus, cuyo nombre según la tradición proviene de un rey fenicio, y al Khawabi.
Al igual que la vecina provincia de Latakia, Tartus paga un precio muy alto por derrotar a los grupos armados patrocinados por potencias occidentales y regionales.
Según el jefe del Departamento de Prensa de la provincia, Abdul Rahim Ahmad, en ese territorio más de cuatro mil soldados cayeron en combate desde el inicio del conflicto, en marzo de 2011.
Junto a imágenes del presidente Bashar al Assad, por las calles de la ciudad se observan numerosas fotos y pinturas de uniformados que murieron en el frente.
Fuimos el primer territorio en acabar con el analfabetismo en Siria, contamos con un alto nivel cultural y educacional. Aquí hay mucho patriotismo, aseguró el funcionario.
Además de las pérdidas humanas, Tartus y Latakia, las dos provincias costeras de Siria, también sufren el impacto económico y social de la conflagración.
Más de 2,5 millones de sirios que abandonaron sus hogares se trasladaron hacia algún punto de esas gobernaciones, lo cual presionó el sistema de transporte y además elevó los precios de los servicios, productos y viviendas.
Pero no todo es negativo. La llegada masiva de personas también permitió la entrada de capitales, mano de obra y expertos en diversas materias que diversificó e incrementó la economía regional.
Aunque hay refugiados de numerosas aéreas, la principal corriente de desplazados proviene de la ciudad de Alepo, la más poblada y el corazón económico de Siria antes de estallar la guerra.
En la calle Abd al Hamid, en la ciudad de Tartus, los refugiados abrieron numerosos negocios que van desde talleres de confección de ropa hasta otros de artesanía.
Perdimos todo, en 2012 los terroristas expropiaron nuestra planta en Alepo, recuerda Abdullah, dueño de una instalación que elabora detergente, cloro y jabón líquido.
Aunque también afectada por el conflicto, Tartus mantiene su colorido y dinámica vida, que la convierten en uno de los lugares más visitados y bellos de Siria.
Por Roberto Castellanos (Corresponsal de Prensa Latina en Siria)
Con información de Prensa Latina
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