El tema árabe en José Martí – Por María Elena Balán S
Cuenta la leyenda que Ismael es el padre de los árabes y fue hijo de Abraham con la esclava egipcia Agar, quien estaba bajo los servicios de su esposa y fue desterrada al conocerse su embarazo.
Hay quienes afirman que José Martí, admirador de la cultura árabe, llamaba a su hijo por el nombre de Ismaelillo por tal motivo.
Lo cierto es que en el índice de las Obras Completas del Maestro, que recogen sus artículos periodísticos y otros géneros, aparecen alrededor de 300 referencias a esta raza y cultura.
Pueden apreciarse en Ismaelillo, Los Versos Sencillos y Libres, La Edad de Oro y en otras publicaciones periódicas de la época.
En la versión original de Ismaelillo hay ilustraciones realizadas por Martí que corresponden a elementos árabes. La primera viñeta representa a la esfinge de Menfis, otra tiene palmas en el desierto y una mujer, mientras que los versos de la Musa Traviesa están acompañados de una edificación al estilo mudéjar y están presentes las palmas.
También en los Versos Sencillos escribió varias redondillas, en que cada cuarteta incluye nombres o elementos árabes.
Una parte de La bailarina española expresa: Se ve de paso, la ceja/ ceja de mora traidora/ y la mirada de mora/ y como nieve la ceja.
En La Edad de Oro opina acerca de esa cultura oriental, por ejemplo en La Historia contada por sus casas, en Las ruinas indias, La exposición de París y en el cuento poetizado para niños La perla Mora.
El jazmín, palabra que proviene del árabe, está como una constante en la poesía del Maestro, quien define con ese término la pureza de la mujer.
También en La niña de Guatemala aparecen referencias a Egipto y en el canto a Haschisch destaca que el amor en el árabe es la canalización de cierta ira contenida, por éso constituye una pasión tan ardiente.
Están presentes en muchos documentos de Martí las citas sobre los dioses egipcios Isis, Osiris y Serapis, así como la trascendencia del monarca Ramsés II, quien reinó entre 1301 y 1325 antes de nuestra era.
Durante su primera estancia en España, trató las huellas que dejaron los árabes en ese país, específicamente en Zaragoza, donde vivió año y medio.
Allí admiró el célebre Palacio de la Alfarería y la torre de estilo mudéjar de San Pablo.
En su segunda deportación a la península ibérica visitó el Museo del Prado y en sus notas comparó el rostro de las Majas vestida y desnuda, del pintor Goya, con la cara de una mujer árabe.
Artículos publicados por el Apóstol de Cuba en La Opinión Nacional, de Caracas, reseñan los sucesos ocurridos en Egipto en 1881, lo cual reafirma su interés por todo lo relacionado con esta raza y esta cultura.
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