La felicidad no está donde la buscas
Nasrudín, al ver a un hombre con signos de gran desconsuelo sentado a un costado del camino, le preguntó qué le preocupaba.
—No hay nada de interés en la vida, hermano —dijo el hombre—. Tengo suficiente capital como para no tener que trabajar y este viaje lo hago sólo para buscar algo que sea más interesante que la vida que llevo en mi casa. Pero, hasta hoy, no lo he hallado.
Sin hablar, Nasrudín tomó la mochila del viajero y salió corriendo como una liebre por el camino. El conocimiento que tenía del lugar hizo que tomara ventaja.
El camino era muy sinuoso y Nasrudín tomó un atajo y volvió a la carretera antes de que llegara el hombre a quien había robado. Puso la mochila a un lado del camino, se escondió y esperó a que el otro lo alcanzara.
El infeliz viajero apareció al rato tras seguir las vueltas del camino, más desconsolado que nunca por la pérdida. Cuando divisó su mochila, corrió hacia ella gritando de alegría.
—Esa es una manera de producir felicidad —dijo Nasrudín.
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