Los géneros literarios no van conmigo – Alberto Ruy Sánchez
El escritor mexicano habla en entrevista sobre ‘Quinteto de Mogador’, volumen que reúne sus novelas dedicadas a la ciudad marroquí.
La escritura de Alberto Ruy Sánchez abreva por igual de la tradición mexicana que de la árabe. A lo largo de sus novelas ha hecho de Mogador, ciudad ubicada en Marruecos, el marco para construir historias hacen de la sensualidad y la belleza dos de sus cualidades. Recientemente, quien fuera discípulo de Roland Barthers y Octavio Paz, reúne sus novelas en un solo volumen, Quinteto de Mogador (Alfaguara), título que da pie a la siguiente entrevista.
La publicación de Quinteto de Mogador, reúne las novelas que han regido su trabajo en la ficción, pero vamos al principio. ¿Cómo empezó a escribir?
Es un trabajo de toda la vida. Por supuesto, al principio no era algo vinculado al prestigio de ser escritor. No lo relacionaba a una ambición por aparecer en los libros, sino al inmenso placer de contar historias y escucharlas. Vengo de una familia sonorense emigrada a Guadalajara y luego a la Ciudad de México. Cada una o dos semanas nos reuníamos y escuchábamos las historias de los abuelos, ese fue mi inicio en la literatura.
¿Había libros en su casa?
Pocos. Mi padre era ilustrador de modo que los primeros libros que teníamos eran los ilustrados por él. No teníamos mucho dinero así que llevaba títulos prestados de la biblioteca. Mis primeras lecturas de hecho, fueron los volúmenes que ilustraba mi padre. Recuerdo Cabezahueca Wilson de Mark Twain y Alicia en el país de las maravillas, ambos fueron una revelación.
¿Qué lo convención de ser escritor?
El placer de reunirnos para contar historias; ese fue el primer motivo que me hizo ponerme a pensar qué iba a contar.
¿Qué fue lo primero que escribió?
Nunca me han preocupado son los géneros, siempre he escrito sin pensar términos de cuento o novela. Y siempre he tenido cuadernos donde anotar lo que veo y quiero contar. Los géneros literarios son una convención que no va conmigo.
¿Cómo llega a Mogador?
Eso fue en 1975 por un viaje azaroso. Huíamos del frío en París y el lugar más barato para ir era Marruecos, por casualidad llegamos a Mogador, fue un encuentro casual que se fue convirtiendo en sustancial.
¿Podría vivir en Morador, epicentro de sus novelas?
Es una ciudad de 50,000 habitantes, amurallada; muy bella. Tiene mar, es un puerto. Es parte de la utopía de un sultán del siglo XVIII y se ha conservado como una bella reserva con una interesante mezcla racial, hay una población judía muy grande y así como habitantes negros y berber, así se les llama a quienes vivían en el norte de África antes de la llegada de los árabes. Es un lugar muy cercano a lo que fue la España arábiga. Creo que la combinación de todo esto fue lo que me sedujo.
De alguna manera también traía la tradición oral de sus abuelos, algo presente en Las mil y una noches y en general, en la cultura árabe. Así que ahí encontró un vaso comunicante interesante.
La literatura oral fue un redescubrimiento. Cuando fuimos a Marruecos viajamos en un barco; íbamos en el sótano y pasamos 38 horas de las cuales 36 fueron de una tormenta terrible. Al llegar al puerto y despertar, vimos que todo el barco estaba vacío, menos la 4ª clase que no se bajaba por que estaba oyendo la historia de un cuentacuentos relacionada con lo que habíamos pasado la noche anterior. Fue entonces cuando decidí que mi escritura tendría que respetar esa forma de narrar. Los clásicos son clásicos porque te dan algo para la vida y te permiten estructurar el caos.
En este sentido sus textos, además de estar ligados con la literatura árabe, parecen buscar la belleza.
La literatura no sólo persigue la belleza, persigue también un tipo de verdad estética. A veces no es la belleza, a ves es justo lo contrario y para mí eso es una cosa verdadera desde el punto de vista formal. La belleza puede ser estereotípica, bellezas feas, cosas cursis que no ameritan la emoción.
¿Cómo entiende la belleza?
No pienso en una definición. La belleza tiene muchas caras. No pienso mucho en definiciones.
Por Héctor González
Con información de Aristegui Noticias
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