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Yo también me como un plátano- Dí no al racismo

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Dí no al racismo

No es una broma. Es algo muy serio. La reacción universal que ha provocado en las redes y muchos otros medios de comunicación el insulto cobarde y anónimo que recibió el futbolista brasileño Dani Alves, jugador del Barcelona, y la actitud digna, de mucha categoría, que tuvo al levantar la banana que le arrojaron y comérsela olímpicamente mientras disparaba el tiro de esquina.

“Llevo 11 años en España sufriendo la misma cosa. Al final ya me lo tomo con humor”. A algunos españoles se les olvida de dónde vienen. (No es bueno generalizar, que sería también caer en lo inaceptable).

Los niños aplicados en España aprenden en la clase de historia que a la Península Ibérica han llegado, desde que se tiene registro, iberos, vascos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, judíos, suevos, vándalos, alanos, visigodos, árabes, francos, bereberes almohades, benimerines. Todo esto antes de la intolerancia de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, que pretendieron uniformar a la fuerza expulsando a judíos y moriscos.

Pero también en sus colonias, además del despojo de las tierras y maltratos a los pueblos originarios (que significó el exterminio de los indios en las Antillas y en Río de la Plata) las autoridades reales de España y Portugal son cómplices de haber introducido la esclavitud de los africanos arrancados brutalmente de sus hogares para ser llevados a América para la explotación inhumana de su fuerza de trabajo y violación sexual de sus mujeres.

Así que la España actual es otro ejemplo más en el planeta de mestizaje propio. También responsable histórica del que hoy viven no sólo los países de América Latina y el Caribe, sino también, de alguna manera, de lo ocurrido con los esclavos negros en América del Norte y de su no superada condición a pesar de las leyes les reconocen igualdad.

Fenómenos paralelos al mestizaje histórico y formativo de la nación en España y Portugal pueden mencionarse en la Gran Bretaña (anglos, pictos, escotos, galeses, romanos, normandos) en Francia (galos, gascones, romanos, bretones francos, además de corsos, alsacianos, vascos y ahora magrebíes, subsaharianos, indochinos); y en Italia (etruscos, sabinos, latinos, helenos, lombardos, sarracenos, más los esclavos de todos los colores llegados del Imperio Romano). Se puede afirmar categóricamente que no hay estado nacional en el planeta que no haya pasado por una historia de pluralismo racial y étnico.

En Estados Unidos de América, que durante un tiempo se autodefinió como un melting pot, como un crisol de migrantes, principalmente europeos: ingleses, alemanes, escandinavos, irlandeses, italianos, ahora cuentan con una importante minoría de latinos, es decir de hispanoamericanos, una buena parte de los cuales son de origen mexicano; más los restos de sus pueblos originarios.

No deja de ser una ironía que en Arizona quienes tienen apariencia de pertenecer a los pueblos originarios de América, son considerados como aliens por los que descienden de migrantes llegados a Europa. La palabra alien en inglés se utiliza para referirse a los extraterrestres.

Por otro lado, estudiado a fondo por los antropólogos de la National Geographic Society, ahora con el apoyo del infalible instrumento científico del ADN, se ha llegado a la contundente conclusión de que todos, absolutamente todos los seres humanos que hoy habitamos el planeta, venimos de la misma Eva africana de hace 60 mil años, que a la orilla del mar de lo que hoy se llama Namibia en el sudoeste de África, prosperó alimentándose de mariscos; y que sus descendientes gradualmente fueron poblando hasta los últimos rincones del planeta, al tiempo que se habían extinguido los humanos neandertales (que según las mismas pruebas de ADN, eran pelirrojos). Han trazado sus rutas de migración milenaria.

Los que en su peregrinación llegaron hasta las gélidas tierras sin sol del norte de Europa y Asia, se fueron destiñendo al cabo de los siglos y las generaciones. Los vientos helados de las mesetas mongólicas acabaron generando poblaciones con ojitos rasgados. Quienes llegaron a las tierras de las cuencas de los grandes ríos descubrieron y desarrollaron la agricultura de los granos básicos: trigo, cebada, maíz, arroz; y aprovecharon la energía animal.

Quienes se fueron quedando poco más al norte en las tórridas tierras ecuatoriales de África, conservaron e incrementaron el color oscuro de su piel como una protección natural a los abrasadores rayos solares. Y quienes audazmente, al llegar al extremo norte y oriente de Urasia se aventuraron a cruzar el estrecho de Behring, acabaron llegando hasta la Patagonia.

Pero lo que sí queda científicamente comprobado es que los morenos homo sapiens, de los que descendemos todos, acabaron prevaleciendo sobre los pelirrojos neandertales.

Por Esteban Garaiz
Con información de : Milenio

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