Palmyra (Siria), la ciudad de la reina Zenobia
El declinar de Petra por el agotamiento de sus reservas de agua, motivó que el imperio nabateo se fuera trasladando a tierras ubicadas más al norte, determinando que Palmyra se convirtiera en la ciudad refugio de las rutas y periplos de las caravanas.
Ubicada en medio del desierto sirio, en el mayor de los oasis existentes al sur del mítico río Éufrates, lugar idóneo para el intercambio de mercancías.
Allí las caravanas que partían de la India, China y Persia cargadas con sedas, especias e incienso debían parar allí obligadamente si no querían morir sedientas; los comerciantes que traían desde Egipto y Fenicia lanas, vinos o pescados, también estaban forzados a pasar por ella para reponer, abastecerse e intercambiar productos en la ciudad.
La creación de impuestos por el aprovisionamiento de agua, el paso por la ciudad y la utilización de sus servicios, la convirtieron en la ciudad más próspera en su tiempo de todo el Oriente Medio.
Una gran estela monolítica del año 137 d.C. «la Tarifa» nos da idea de los costes de sus recursos, contiene inscripciones que detallan las tasas a aplicar a las caravanas.
Marca en denarios las comisiones a cobrar por cada compra o venta de esclavos, púrpura, sal, perfumes y otras mercancías, así como el precio del agua que era la partida más importante, debido al gran número de camellos o dromedarios con los que las caravanas contaban, superando estos el millar en muchas de las ocasiones; esta estela regula incluso hasta el oficio de la prostitución.
En el año 64 a.C. el imperio romano se extiende por el Próximo Oriente y Siria es convertida en Provincia Romana, Tadmor (ciudad de los dátiles) es latinizado su nombre con el de Palmyra (lugar de las palmeras).
Durante algo mas de 300 años sus reyes son súbditos del “Imperio”, desarrollando el comercio y la prosperidad de la ciudad, pero una vez más una mujer se convierte en protagonista de la historia, corre el año 267 de nuestra era, Odenato rey por entonces de Palmyra es asesinado presuntamente por su esposa Zenobia y ésta accede al trono.
Así misma se nombraba descendiente de Cleopatra.
Hermosa, hábil, cortesana, culta, inteligente y ambiciosa, se rebela contra el imperio de Roma y derrota a su ejército hasta crear su propio imperio que ocupó todo el Asia Menor, llegando sus dominios hasta Egipto.
Con una fuerte personalidad que era su mayor atractivo, arrogante, valiente, guerrera, conquistadora y gobernante; rasgos insólitos para una mujer de aquel tiempo, pero también tolerante con la pluralidad de las creencias religiosas.
Sabía hablar todas las lenguas que entonces existían en Oriente y se rodeó de los personajes más eruditos de su entorno, como el filósofo ateniense Dionisio Longino al que nombró consejero personal y Pablo de Samosata, teólogo y obispo de Antioquia, defensor del acercamiento de posiciones entre cristianismo y paganismo, contando entre los discípulos de este a Arrio fundador del arrianismo, doctrina cristiana muy arraigada en nuestro país en tiempos de los reinos Godos.
Poco duró a nuestra admirada e insurgente reina la independencia y el resurgir de su reino, en el 272 el “imperio” representado por Aureliano concentró un poderoso ejército derrotando a Zenobia, fue hecha presa y trasladada a Roma, donde fue exhibida públicamente en un desfile triunfal para el emperador Aureliano, encadenada con argollas de oro, aunque éste,impresionado por sus cualidades, incluida su enorme belleza, la liberó dejándole pasar el resto de su vida en una villa de la actual Tívoli.
Durante el siglo VII, Palmyra fue tomada por los árabes, un terremoto la convirtió en escombros completamente en el siglo XI, permaneciendo guardada y protegida bajo las arenas del desierto, hasta que a principios del siglo XX comenzó a ser redescubierta y excavada.
De las ruinas que salpican Siria, Palmyra es la más asombrosa, uno de los enclaves arqueológicos más bellos del mundo, el mejor de los conjuntos monumentales de toda la zona, sus ruinas son espectaculares y su grado de conservación muy aceptable.
Es la joya de Siria, la capital del desierto, una de las más bellas y extensas ruinas, en otra época ciudad caravanera, un oasis de palmeras y columnas de color de oro en plena soledad del desierto y el romanticismo de un paraje de aquella que osó enfrentarse a todo el Imperio Romano.
Su estratégica ubicación en el camino de Damasco a Mesopotamia y la presencia de un abundante manantial de agua pronto jugó un papel fundamental en la región.
De esta manera, Palmira creció hasta convertirse en un gran centro comercial y cultural, poblado por arameos y árabes de origen nabateo, aquellos mismos que levantaron Petra.
Declarada patrimonio de la humanidad, está situada a 220 Km de Damasco más o menos tres horas de viaje, por paisajes desérticos hasta donde nuestra vista alcanza.
Recorrerla es una maravilla y aunque el turismo se deja ver, aún no está colmatada como otros lugares de esa marabunta parlante y multicolor que forman los grupos organizados.
El Templo nabateo de Bel, (derivación de “Baal”, amo, dios supremo) impresionante y majestuoso nos invita a comenzar por él la visita, enfrente comienza la ciudad y nos da la bienvenida su arqueada Puerta Triunfal, única en su forma de construcción pues comprende dos puertas de tres vanos cada uno, creando un arco entre ellas de 30º.
Aquí empieza la calle columnada, el Cardo Maximus, lo que hoy en nuestros pueblos o ciudades denominamos Calle Mayor o Calle Real, 1.200 m de travesía en la que nuestro paseo está acompañado por columnas a diestra y zurda, y templos en sus alrededores.
El magnífico Teatro lo encontramos a poco de caminar, la fila de columnas y capiteles sólo está interrumpida en su mitad por un enorme Tetrapylon que nos marca el cruce de dos avenidas, nuestra vista no sabe donde mirar,todo a nuestro alrededor es grandioso y desolado, capiteles y columnas caídas a cada paso, frisos por doquier y la calle continúa bajo la mirada complaciente de la fortaleza de Qala´at Ibn Maan que situada en un altozano del horizonte completa la imagen mítica de esta singular reliquia que el tiempo nos ha dejado como regalo.
Al fondo del valle divisamos las necrópolis, también son especiales aquí los enterramientos de las personas pudientes que se hicieron acaudaladas con el tránsito y negocio de las caravanas, no faltando su culto a la muerte, haciendo verdaderos mausoleos que en el horizonte vislumbramos, en forma de torres, con su interior opulentamente ornamentado con piedras talladas de distintos motivos.
Al atardecer una sensación de sosiego impregna el interior de los que paseamos por entre sus restos, el sol atenuado en estas tierras por el polvo del desierto se despide tras las columnas, el color rojo de las últimas horas de la tarde comienzan a dar paso a unos tenues grises color pastel, el espectáculo de colores ha sido perfecto, pero aún nos queda la noche.
El último regalo con el que nos sorprende Palmyra es la noche, después de una cena a base de “mansaf”, plato a base de cordero, arroz y yogurth seco, decorado con cacahuetes y piñones.
Nos acercamos nuevamente a las ruinas cuyo primer tramo está iluminado artificialmente.
Pasear en esa soledad bajo los restos de lo que fue una ciudad de 200.000 habitantes sobrecoge.
Una familia de beduinos cena próxima a la entrada, un autobús multicolor les sirve de hogar, la luna es nuestra aliada y compañera, la noche envuelve todo nuestro rededor.
Unos operarios del Teatro que están desmontado un concierto de música clásica, dado el día anterior (que pena no haber llegado un dia antes) nos invitan a acompañarles a tomar un té, pero lástima, declinamos su invitación.
El paseo es tranquilo, alegre y susurrante, las sombras rodean todo nuestro espacio visual, al fondo todo son columnas negras, la luna nos sonríe por encima de la fortaleza… sólo nosotros rompemos la paz de Palmyra.
Por último sólo recomendar unas cosillas a los que queráis sumergiros en apreciar por vosotros mismos el encanto de esta ciudad, no busquéis otro hotel que no sea el Hotel Zenobia Cham Palace, está situado en el interior de las ruinas, desde él casi se pueden tocar con las manos y es el mejor con mucho de los hoteles que hemos encontrado en Siria.
Otra recomendación, no se os ocurra ir a cenar al ”Venus Restaurant”, comida cara para los precios del país y no estaba tan bien preparada como debía, eso sí, había cerveza y estaba exquisitamente fría para beberla.
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Palmyra (Siria), la ciudad de la reina Zenobia por Pablo Font se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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