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Cambios en el pop de Egipto

El vertiginoso camino que Egipto ha atravesado en tres años desde la caída del autocrático Hosni Mubarak no sólo ha sacudido la política del país. Ha revolucionado la cultura pop, desde su lenguaje hasta su música y su arte, trayendo las voces de la rebelión y de los pobres urbanos.

Ahmed Mustafa (Ortega)
Ahmed Mustafa (Ortega)

Nuevas frases han surgido y se han vuelto parte del idioma cotidiano. Los graffitis han emergido como una nueva forma de arte popular, plasmando la política en las paredes de la ciudad y documentando el humor que se respira en la «calle revolucionaria».

La música popular ha sido dominada por artistas jóvenes y rebeldes de barrios que solían ser desestimados por vulgares. Sus canciones, que se escuchan desde los botes de fiesta en el Nilo hasta los minibuses y los carruajes conocidos como tuk-tuks, se han vuelto la banda sonora de las bulliciosas calles de El Cairo.

Los cambios presentan nuevas plataformas para expresar el descontento y el deseo de cambio, y se han diseminado rápidamente entre los varios niveles de la sociedad.




Los une el espíritu de «el-Meidan» o «La Plaza». Inicialmente, el término era sólo una referencia a la Plaza Tahrir de El Cairo, el centro del levantamiento de 2011 que tumbó a Mubarak y de las protestas desde entonces. Pero el evolucionó y ahora significa la unión de todos los egipcios sin importar estrato social, edad, profesión o secta, para exigir un cambio.

El término ha mantenido su resonancia aun cuando Egipto se ha vuelto más dividido. Islamistas y no islamistas ahora se enfrentan tras la destitución del presidente islamista Mohamed Morsi en julio.

«La plaza juntó a personas que normalmente no se habrían conocido», dijo Amar Abu Bakr, un artista del graffiti. «La gente le abrió al prójimo su corazón y ya no se temían unos a los otros. Artistas de todas las disciplinas se presentaron en la plaza, no para presumir, sino porque todos sintieron que podían hacer lo que querían».

«El-Meidan» no es la única palabra que ha cobrado un nuevo sentido en momentos en que la política y la agitación alimentan el rico dialecto árabe en Egipto.

«Borrego» se ha vuelto un insulto de anti-islamistas hacia miembros de la Hermandad Musulmana debido a la obediencia que prestan a sus líderes. Los islamistas contraatacan con «lamebotas» para referirse a los simpatizantes del golpe militar apoyado por el pueblo que derrocó a Morsi tras un año en la presidencia.

«Los exprimidores de limones» son egipcios seculares y liberales que votaron por Morsi en las elecciones presidenciales de 2012 sólo para evitar que su opositor, el último primer ministro de Mubarak Ahmed Shafiq, ganara. Se refiere a un dicho árabe según el cual, si te dan un plato de comida repugnante, lo único que se puede hacer es echarle jugo de limón para hacerlo más apetecible.

Más que cualquier otra forma de cultura pop, el graffiti ha representado el estado de ánimo revolucionario. Las imágenes han trazado el arco desde la resistencia durante el levantamiento anti-Mubarak y la alegría por su caída, hasta la oposición al ejército y luego Morsi, y ahora de nuevo la ira hacia las fuerzas armadas y a los remanentes del régimen de Mubarak — o «feloul» — que los revolucionarios creen que están tratando de reescribir la historia para desestimar su levantamiento como un complot avalado por otros países.

Poco vistos antes de 2011, los graffitis ahora sirven como un sustituto de galerías y museos que sólo una minoría de egipcios se molesta en visitar.

El lienzo preferido desde 2011 ha sido un muro de la Universidad Americana en El Cairo, que se extiende unos 100 metros (328 pies) por una calle desde Tahrir.

Usualmente los artistas tapan una pintada vieja para reemplazarla con una nueva. Ahora, dice el artista Alaa Abdel-Hameed, los graffiteros han llegado a un acuerdo informal para extender una obra existente en lugar de borrarla o taparla.

Las imágenes allí hablan de ira hacia los militares. Una muestra a un soldado tipo Drácula a quien le sale sangre de la boca. Bajo él hay cráneos etiquetados «pan, libertad y justicia social», el eslogan de la revolución de 2011. También hay una imagen de un chimpancé cargando una foto enmarcada de un gorila con gorra militar, una crítica a la adoración hacia los líderes militares.

«Abajo con todo aquel que cometió traición», declara una pintada.

Abdel-Hameed probó este año otra forma de arte callejero. Hizo 200 esculturas de águilas, el símbolo oficial de Egipto que adorna su bandera nacional, y las pegó al revés en paredes alrededor de la ciudad.

Casi todas han sido demolidas, probablemente por opositores de Morsi que las vieron como una crítica a su destitución, aunque de hecho Abdel-Hameed las colocó antes del golpe.

La otra forma de arte en las calles no se ve, se escucha: la música «Mahraganat» (en árabe, «festivales») salió de los bajos barrios densamente poblados que rodean El Cairo.

«Es el único movimiento musical genuino en este momento en Egipto … No tiene límites», dijo Mohammed Gamal, autor de un libro sobre los fieles hinchas del fútbol en Egipto conocidos como los Ultras, unos de los más ávidos seguidores del Mahraganat, y un seguidor de la cultura pop.

Los músicos de Mahraganat, jóvenes adolescentes o veinteañeros, llenan las canciones trepidantes con la jerga callejera y a menudo lasciva sobre la vida de la juventud desempleada que trata de salir adelante, y abordan temas como el amor, las drogas, las fiestas y la política.

«La pobreza se ha arraigado, hemos llegado al nivel del hambre, si hay esperanzas, montaré otra revolución», dice la letra de una canción popular de Mahraganat.




«En Egipto, están los ricos, los pobres y aquellos que están por debajo de la pobreza», dijo Ahmed Mustafa, un cantante de Mahraganat más conocido por el nombre artístico de «Ortega», en una entrevista televisiva reciente. «Yo estoy por debajo de la pobreza, pero voy a hacer lo que me plazca».

El estilo Mahraganat emergió antes de 2011, pero se ha diseminado rápidamente debido a las restricciones sociales más suaves atribuidas en parte al levantamiento. Ahora se escucha en todos lados, desde bodas hasta los reproductores de los autos de los jóvenes de clase alta.

«El país ha estado en un modo revolucionario, y la gente se interesa en las formas de música underground y en todo lo que no es parte de la corriente establecida», dijo Salma el-Tarzi, un cineasta que dirigió un documental que sigue el paso de tres cantantes de Mahraganat de la oscuridad a lo convencional.

En un concierto reciente en el distrito pobre de el-Marg en El Cairo, la banda de Mahraganat «el-Dawshagiyah» — o «los Sonajeros» — cantaron una canción que decía: «Oye chica, dame un beso y te daré mi billetera. Dame un beso y dejaré de perseguirte».

«Cantamos sobre las realidades en Egipto, los jóvenes desempleados y la revolución», dijo Ahmed Shaaban, uno de los miembros de la banda. «Las clases más altas solían no sentir más que desdén hacia nosotros, ahora buscan nuestra música».

Por Hamza Hendawi
Con información de AP

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