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Nabucodonosor II

Rey de Babilonia (?, h. 630 – Babilonia ?, 562 a.C.). Nabucodonosor era hijo de Nabopolasar, un general caldeo que, tras la muerte de Asurbanipal, se había proclamado soberano de Elam, Mesopotamia, Siria y Palestina, fundando un Imperio neobabilonio que vino a ocupar el espacio del declinante Imperio asirio.

Nabucodonosor aseguró el dominio de estos territorios derrotando a los egipcios en la batalla de Karkemish (605), todavía en vida de su padre.

Muerto Nabopolasar en aquel mismo año, Nabucodonosor le sucedió y se consagró a la tarea de consolidar el imperio que había heredado, combatiendo incesantemente contra sus enemigos, especialmente en la zona sirio-palestina.

A pesar de que Nabucodonosor había ocupado Jerusalén y deportado a muchos judíos a Babilonia, el rey Joaquín de Judá se rebeló en connivencia con los egipcios en el 597.

Tras recuperar Jerusalén, Nabucodonosor les castigó con una segunda deportación a Babilonia.

Puso entonces en el Trono de Judá a Sedecías, que también le traicionó, rebelándose de nuevo en alianza con Tiro y Egipto (586).

Tras un año y medio de asedio, Nabucodonosor tomó Jerusalén por tercera vez, mandó destruir la ciudad y el templo (clave de la identidad del pueblo judío) y envió un tercer contingente de judíos deportados a Babilonia.

Este «cautiverio babilónico» de los judíos se prolongaría hasta que el imperio fuera conquistado por los persas, quienes restauraron el Templo y permitieron el regreso de los deportados a su país de origen.

Tras una dura lucha, Nabucodonosor completó su victoria con la anexión de Tiro (573) y una nueva derrota de los egipcios (567).

Desde entonces, Nabucodonosor se consagró al engrandecimiento de Babilonia, dándole el esplendor que merecía su carácter de capital de un vasto imperio: la rodeó de una doble muralla con puertas monumentales.

La adornó con jardines colgantes, reparó puentes y canales y construyó un santuario con un zigurat de 90 metros de altura (identificado con la Torre de Babel del relato bíblico) y un templo al que se accedía por una gran vía procesional.

Ya al final de su reinado empezaron a aparecer síntomas de decadencia, que se manifestaron en la lucha por el poder entre los sacerdotes del dios Marduk y los de Samash; Ciro II aprovechó la debilidad causada por esta pugna para imponer el dominio de Persia sobre Babilonia a partir del 539 a. C.

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