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Arqueólogos hallan la tumba de Aristóteles en Estagira

Aristóteles (óleo de Francesco Hayez, 1811)

Un mausoleo importante sería, según las investigaciones, el lugar al que los estagiritas llevaron las cenizas de quien era considerado héroe local.

Una noticia inesperada y sensacional: el arqueólogo Costas Sismanidis anunció en Tesalónica, durante el congreso internacional «Aristóteles, 2.400 años», el descubrimiento de la tumba del filósofo, que ha sido identificada durante las excavaciones en su población natal, la antigua ciudad de Estagira, en la península Calcídica.

Dicha península, a menos de dos horas de Tesalónica, era parte del reino de Macedonia hace 24 siglos. El lugar, muy cerca de la acrópolis y con vistas sobre la bahía, tenía un altar para sacrificios, y una arquitectura que revela su importancia. Después de conocerse la noticia, los más de 250 estudiosos del filósofo provenientes de 40 países visitaron el lugar donde Aristóteles vivió hace 2.400 años.

Sismanidis mostró los resultados de la excavación que comenzó en los años sesenta, llegando a la conclusión de que esta tumba pertenece al filósofo. Se trataría, según indicó, del monumento funerario donde los habitantes de Estagira depositaron en su día las cenizas de Aristóteles tras su muerte por causas naturales en Calcis (Jalkida, en la isla de Eubea).

Le honraron con honores al considerarlo héroe, salvador, legislador y el segundo «fundador» de la ciudad, ya que gracias a su mediación ante el rey Filipo de Macedonia se refundó en 340 la ciudad, la misma que había sido destruida por el padre de Alejandro en el 349 a. C.

La evidencia arqueológica y las fuentes literarias clásicas llevan a concluir que la tumba encontrada solo puede ser de Aristóteles, ya que es grande y abovedada (alcanzaba los 10 metros), tiene una planta rectangular y suelo de mármol. En realidad, primero sospecharon del mausoleo porque era incongruente con una construcción bizantina posterior.

La tumba se encuentra entre una galería del s. V y el templo de Zeus Salvador y de Atenea, del s. VI, cerca de la ciudad antigua, en la pequeña península de Liotopi, y del pueblo actual de Olimpiada. Y se ha descubierto que la tumba estaba recubierta con tejas de la fábrica de cerámica real, lo cual demuestra su carácter público y eminente. Asimismo, existía una amplia carretera que llevaba a la entrada del monumento, haciéndolo fácilmente accesible para ceremonias con entrega de honores y premios así como de ofrendas, para las que tenía un altar.

El arqueólogo dejó bien claro que «no tenemos ninguna evidencia pero sí fuertes indicios que nos llevan casi a la certeza. El lugar donde se construyó el monumento se encuentra dentro de la ciudad y cerca del Ágora, tiene una vista panorámica en todas direcciones. La construcción parece incompatible con otros usos». Sismanidis también comentó la importancia del carácter público del edificio y el hecho de que se construyó con rapidez, con material de calidad pero diverso.

Pero el arqueólogo destacó que su labor se vio dificultaba al encontrarse la tumba bajo una torre bizantina cuadrada construida muchos siglos después. Los bizantinos durante la construcción de la torre habían removido las capas arqueológicas anteriores.

Las primeras excavaciones comenzaron en los años sesenta con el arqueólogo F. Petsa. Y a principios de los años noventa continuaron dirigidas por Sismanidis, director del departamento arqueológico de Antiguedades Prehistóricas y Clásicas No.16. El arqueólogo ya lo había anunciado como hipótesis en 1996, pero ha sido ahora cuando ha podido confirmarlo.

En la excavación se encontraron objetos de cerámica, y más de cincuenta monedas que demuestran que la tumba es de la época de Alejandro Magno. Además, fuentes literarias señalan que los restos de Aristóteles están ahí enterrados: se basan en el manuscrito 257 de la Biblioteca Marciana de Venecia y una biografía árabe de Aristóteles.

Según ambos documentos, tras el fallecimiento de Aristóteles en la isla de Eubea en el 322 a.C. los habitantes de Estagira llevaron sus restos en una urna de cobre, la enterraron en un gran sepulcro en su ciudad y erigieron un altar en un lugar que denominaron «Aristotelión». Era ahí donde se reunía a partir de entonces su asamblea y se crearon grandes fiestas anuales, denominadas «Aristotélicas».

Por Begoña Castilla
Con información de ABC

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