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Ghassan Chammas:de Siria a Chile huyendo de la guerra

Ghassan Chammas ©Didier Muñoz
Ghassan Chammas ©Didier Muñoz

Tal vez lo primero fue desacostumbrarse a vivir con zozobra, en alerta permanente, a la espera de los disparos, las bombas sobre su casa, la de sus padres y vecinos, los cortes de agua, luz o de las comunicaciones, o la imposibilidad de salir de noche, por temor a ser secuestrado por delincuentes comunes.




Todo eso lo conoció en su país Ghassan Chammas (Aleppo, 1966), un arquitecto sirio que llegó a Chile en mayo del año pasado, junto a su esposa y tres hijos hoy de 7, 12 y 15 años, y que hoy regenta “El rey”, un negocio de comida árabe en la calle Dardignac del barrio Patronato.

Ghassan Chammas en su local (diseñado por él) ©Didier Muñoz
Ghassan Chammas en su local (diseñado por él) ©Didier Muñoz

Chammas tuvo “suerte”. No murió en los bombardeos, ni se ahogó en el Mediterráneo, en una travesía que sí hicieron más de alguno de sus conocidos o amigos, y que hoy están desperdigados en Canadá, Alemania, Holanda o Suecia, “en todo el mundo”. Muchos, si no la mayoría, han llegado a Europa a través de las penosas travesías que hoy conocemos por los medios. “Era la única manera”, dice compungido.

Este profesional, como muchos, aguantó todo lo que pudo en su país, con la esperanza de que la guerra acabara “el mes o el año próximo”. No sucedió. Debió marcharse, con su familia, para empezar “de cero”, como recalca en esta entrevista.

Expectativas alentadoras

Chammas es parte de la amplia clase media educada que Siria exhibía con orgullo. Él mismo se fue a trabajar como profesional a Dubai en 1995. Allí se casó y nacieron sus hijos, dos varones y una niña. En 2009 decidió regresar a su país para trabajar en una de las principales empresas sirias en Damasco, la capital, como director de proyectos de una compañía inmobiliaria.

“Las perspectivas eran alentadoras”, recuerda. “Trabajábamos con empresas de varios países de Europa, que estaban impresionadas de lo bien que andaban las cosas en Siria”. Durante dos años todo anduvo bien, hasta 2011, cuando empezó la guerra, que ya ha dejado 200.000 muertos.

Chammas recalca que no es una guerra civil, “sino una guerra contra Siria. Otros países están enviando gente a luchar en Siria. No te voy a decir con quien estoy, definitivamente estoy con mi país. Estoy preocupado por mi país, porque está siendo destruido, mi pueblo está siendo disperso, por todo el mundo. No se trata de quién lo empezó o por qué. Ahora hay una guerra contra Siria, por favor, la gente debería tener claro eso”.




Una bomba camino al colegio

Un conflicto que casi desde el inicio comenzó a afectar la misma capital. “La empresa trató de mantener los proyectos funcionando, aunque finalmente no pudieron”, recuerda. Como muchos, los Chammas trataron de seguir haciendo una vida normal, hasta un día de 2012 en que una bomba explotó en la ruta por el que transitaban sus hijos todos los días para ir al colegio, quince minutos antes de que pasaran. Fue entonces cuando decidieron abandonar Damasco.

Chammas recalca que no es una guerra civil, “sino una guerra contra Siria" ©Didier Muñoz
Chammas recalca que no es una guerra civil, “sino una guerra contra Siria» ©Didier Muñoz

Aún así, no quisieron irse del país. Se instalaron en Aleppo, “la ciudad más antigua del mundo con gente viviendo allí continuamente, por más de doce mil años”, como recalca este profesional con orgullo, de donde procede su familia y donde tenían una casa. Pero a dos meses de llegar allí, también en ese lugar la guerra comenzó a hacer estragos.

Como la situación siguió empeorando, comenzaron a pensar seriamente en abandonar Siria. Debieron mudarse a otra ciudad, más cercana a la costa. Postularon a una visa para Estados Unidos, sin suerte. Dubai u otro país árabe era imposible porque para ello el arquitecto requería un contrato de trabajo en alguno de esos países, y muchas empresas ni siquiera hacían el esfuerzo porque sabían que sus gobiernos rechazarían otorgar un permiso de residencia a un sirio en el contexto actual. Y Europa ni siquiera otorgaba visas de tránsito.

A Chile los pasajes

Surgió entonces la posibilidad de Chile. “No sabía mucho del país. Yo había escuchado dos cosas: que era el país más seguro de Latinoamérica y que la economía marchaba bien. Eso me impulsó”, dice.

Un tío materno de su esposa, afincado en Chile desde hace cuatro décadas, les gestionó una invitación, con la cual pudieron solicitar una visa en la embajada chilena en Beirut. Demoraron cinco meses en obtenerla. Fueron una de las 277 visas a sirios que Chile otorgó entre 2014 y 2015 (al menos otros cincuenta sirios siguen esperando). Así llegaron a nuestro país, en mayo del año pasado.

Volaron desde Beirut, haciendo escala en Doha y Sao Paulo, antes de llegar a Santiago. El tío los esperaba en el aeropuerto. Se instalaron en un departamento amoblado en Providencia y sus hijos ingresaron al Colegio Árabe de Las Condes, gracias a una beca. Como sus padres, han debido aprender español.

“Cuando llegué, me sentí relajado. Le dije a mi esposa: este es un lugar donde se puede vivir, comenzar una nueva vida, más allá del tema del lenguaje, etc.”, cuenta. “Tuve una buena impresión”.

Como otros profesionales, Chammas trabó contacto con la Sociedad de Beneficencia de la Juventud Homsiense Siria, que data de 1913. Aunque fue creada en su momento para ayudar a chilenos más humildes, como una forma de retribuir lo que recibieron los primeros inmigrantes sirios de nuestro país, en los últimos dos años ha ayudado en temas jurídicos, idiomáticos y sanitarios a cuarenta de sus compatriotas a insertarse en nuestro país, como cuenta su presidente, Hernán Maluk. Son hombres, mujeres y matrimonios, muchos de ellos profesionales: no sólo arquitectos como Chammas, sino también médicos, ingenieros, y contadores.



Desde cero

“Al final del día, sin importar donde vayas, tienes que comenzar tu vida desde cero, acá o en otro lugar”, reflexiona Chammas. “Mi experiencia en mi profesión vale cero donde vaya, porque tengo que revalidar mi título”.

Por eso se decidió este año a montar un restaurante. “No ha sido fácil. He tenido que gastar mis ahorros y Santiago es una ciudad cara. No la puedo comparar con el resto de Latinoamérica, porque no conozco, pero en comparación con muchos otros países, incluso europeos, es muy cara. Y toda la burocracia… no ha sido fácil para nosotros. Pero la gente ha sido amable y algunos te ayudan cuando pueden, o al menos lo intentan”.

“No esperamos nada del gobierno, porque no hemos venido como refugiados, sino como inmigrantes. Sabemos eso, debemos salir adelante por nosotros mismos. Pero no hubiera venido si no hubiera habido una guerra. Me iba súper bien cuando estaba en Siria (antes del conflicto). Era como acá ahora, teníamos muchos inversionistas extranjeros, la mayoría de las empresas extranjeras que trabajaron con nosotros en Dubai lo estaban haciendo en Siria, británicas, australianas, danesas, suecas, de toda Europa. Estaban impresionadas de lo bien que iban las cosas en Siria, y eso fue apenas dos años antes de la guerra”.

"No hemos venido como refugiados, sino como inmigrantes. Sabemos eso, debemos salir adelante por nosotros mismos" ©Didier Muñoz
«No hemos venido como refugiados, sino como inmigrantes. Sabemos eso, debemos salir adelante por nosotros mismos» ©Didier Muñoz

Por Marco Fajardo
Con información de El Mostrador

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