Los sufís de Al-Andalus – Por Ibn Arabi
Abú ‘Abdallâh Muhammad ash-Sharafî
Este shaykh hacía siempre sus cinco salat en la gran mezquita de ‘Udays, en Sevilla. Se ganaba la vida vendiendo opio, que recogía en la buena estación y que vendía a personas íntegras, cuyo dinero sabía que había sido ganado honradamente.
Se quedaba tanto tiempo de pie realizando sus salat que sus pies se hinchaban y, en ese estado, las lágrimas le corrían por la barba como perlas. Vivió en la misma casa durante cuarenta años, sin encender nunca ni fuego ni luz, entregándose con fervor a las obras de adoración.
Un día me sorprendió retrasándome por mirar al loco del barrio que estaba en medio de la muchedumbre. No le había visto, pero me cogió por la oreja, me llevó aparte y me dijo: “¿Eres tú el que obra así?”. Ante estas palabras, me sentí totalmente avergonzado y me dirigí con él a la mezquita.
Solía anunciarme los acontecimientos antes de que se hubieran producido y todo ocurría siempre como había pronosticado.
En la mezquita, nunca ocupaba un lugar determinado ni hacía su salat dos veces en el mismo sitio. Como nadie se atrevía a pedirle abiertamente que rogara por él, el que quería beneficiarse de sus súplicas le acechaba cuando entraba en la mezquita para saber dónde iba a hacer su salat; entonces iba a ponerme a su lado. Cuando el shaykh se sentaba después del salat, la persona que deseaba su ayuda efectuaba su
súplica (du’á) en voz alta y el shaykh añadía su “Amin”; esa era su manera de suplicar. Un día, le pedí que rogara por mí y lo hizo, empezando incluso la petición en mi lugar, alabado sea Allah!. Siempre me dirigía la palabra el primero, pues sentía ante él un temor reverencial. He sacado un gran provecho de su compañía.
Por lo que respecta a sus gracias espirituales, observé que ante la proximidad de su muerte, abandonó su morada diciendo que quería hacer un viaje. Se marchó hacia su pueblo natal de Aljarafe, a dos parasangas de Sevilla. Cuando llegó, se murió. Que Allah sea misericordioso con él!
Un día vio a un niño pequeño con un cesto de semillas de hinojo sobre la cabeza; el chico parecía profundamente afligido. El shaykh le miró con asombro y se apiadó de él. Este le pidió entonces una oración mientras la gente se amontonaba a su alrededor. “¿Que te ocurre, hijo mío?”, le preguntó el shaykh. “Mi padre ha muerto, dejando a mi madre y a mis hermanos sin recursos. Hoy nos hemos levantado sin tener nada para comer y, como mi madre conservaba estas semillas de hinojo, me dijo: ‘Cógelas, hijo mío, y vete a venderlas; si es suficiente, tráenos con qué comer todo el día”. El shaykh lloró e, introduciendo la mano en el cesto, sacó algunas semillas. A continuación dijo: “Es una buena mercancía, pequeño. Ve a decirle a tu madre que tu tío de Aljarafe ha cogido algo, y que está en deuda con vosotros”. Entonces un comerciante cogió el cesto y dijo: “Ahora que el shaykh ha cogido, estas semillas tienen su bendición”. El comerciante fue a buscar a la madre del chico y le dio setenta dinares mu’min por la cesta. El shaykh había obrado de esta forma por misericordia para con ellos. ¡Que Allah esté satisfecho con él!.
Ad-Durrat al-fákhirah
Siempre estaba ausente del país en la época de la peregrinación (hayy). Un grupo de peregrinos de Sevilla le vieron.
Un día, estaba con él para el salat de medio día en la mezquita de ‘Udays, cuando observó una gran concentración de personas. Me preguntó lo que venían a hacer y le dije que el juez los había reunido para ratificar el nombramiento de un nuevo muhtasib, ellos se habían pronunciado por aI-Irnâq. Al oír eso, sonrió y dijo:
“Cuando haya terminado el salat del medio día, verán que les han impuesto a un hombre que ellos no habían elegido”. Le pregunté quién podría ser, pero me contestó que lo sabría después del salat. Entonces realice el salat con él y, cuando terminamos, el juez anunció que había decidido nombrar a at-Talabî para el cargo. Luego se marchó. El shaykh me dijo: “Ves, se ha comportado con ellos como un hombre inteligente con su mujer: le pide su opinión, pero no actúa de acuerdo con sus pretensiones’.