Los sufís de Al-Andalus – Por Ibn Arabi

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 INTRODUCCIÓN

Los extractos biográficos contenidos en este libro se refieren a la vida y a las enseñanzas de varios maestros sufís de Al-Andalus y del Magreb que  vivieron en los siglos XII y XIII.

Se trata de resúmenes extraídos de dos obras del Muhyidin Ibn ‘Arabi. La primera y más  importante es el Rúh al-quds fi munácahat an-nafs (“El Espíritu de la santidad que guía el alma”). Obra escrita en La Meca en el año 600/1203-4, nos informa de la vida y el desarrollo espiritual de su autor, de la historia del sufismo en el occidente musulmán y de las enseñanzas y las prácticas más importantes del sufismo. La segunda, es el Durrar al fákhirah fi dhikr man intafa’ tu bihi fi tartq al-ákhirah (“La perla preciosa que relata historias de aquellos que me han ayudado en el camino hacia el Otro Mundo”).

Es el resumen de otro libro mucho más extenso que Ibn ‘Arabi dejó en algún lugar de Al-Andalus o de África del norte. Las circunstancias que dieron lugar a este resumen nos las cuenta él mismo: “Uno de nuestros hermanos de Damasco, que fue particularmente amable conmigo, me rogó le diese a conocer el contenido de un libro en el que yo mencionaba a algunas de las personas que conocí a lo largo de mi vida y que me ayudaron en mi caminar hacia el Otro Mundo. Al no disponer ya de dicha obra, pues la dejé en occidente, compuse este resumen para él. Al parecer, esta segunda obra fue escrita sobre el año1223″.

Muhammad b. ‘Ah b. Muhammad Jbn al-’Arabi at Tal-H nació el 27 deI mes de Ramad es decir, el 7 de agosto de 1165, en la ciudad de Murcia. En aquella época, Murcia estaba gobernada por un brillante emir de ascendencia cristiana, Muhammad ben Sa’id ben Mardanih, que resistió heroicamente pero, al final, fue vencido por los invasores almohades. Ibn Arabi pertenecía a una familia muy ilustre. Su padre era un hombre influyente entre cuyos amigos se encontraba el célebre filósofo Ibn Rushd (Averroes). Tal vez fue visir de Ibn Mardanish, aunque esto ofrece dudas. Su familia además de mantener buenas relaciones sociales y culturales, era de una religiosidad acentuada. Varios de sus tíos habían seguido la Vía Sufí.

Tras la ocupación de Murcia por los almohades, la familia de Ibn ‘Arabi se trasladó a Sevilla, contando él entonces ocho años de edad. Allí recibió la educación tradicional. Estudió el Corán, su exégesis, las tradiciones del Profeta, la ley, gramática árabe y disertación con los mejores maestros de la época. Unos años después se casó con una joven llamada Maryam, hija de Muhamad b. ‘AbdQn, persona muy querida e influyente. Su esposa Maryam compartía también sus deseos de dirigir sus pasos por la Vía Sufí.

Ibn ‘Arabi se manifestó desde su juventud como un ser altamente evolucionado. Prueba de esta precocidad es el relato de la entrevista que su padre le concertó con Ibn Rushd (Averroes), de edad ya muy avanzada:

Pasé una jornada en Córdoba, en casa de Abü al-Walid Ibn Rushd, quien anteriormente había expresado su deseo de conocerme personalmente. Al parecer, le habían hablado de ciertas revelaciones por mí recibidas durante mi retiro espiritual, lo que despertó su curiosidad y extrañeza. Así, mi padre, que era amigo suyo, me llevó a él con el pretexto de que debía solucionar unos asuntos en Córdoba. En aquella época yo era todavía un joven imberbe. Al entrar en su casa, el filósofo se levantó para acogerme con grandes signos de amistad y afecto y me besó. Después me dijo: ”¿Si?” y yo le respondí: “Si”. Mostró alegría al ver que le comprendí. Al ver el motivo de su júbilo, le dije: “No”. Entonces Ibn Rushd se sorprendió, palideció y diríase que dudaba de sí mismo. Seguidamente me hizo la siguiente pregunta: “ ¿Que respuesta has encontrado a las cuestiones de la revelación (al-kashf) y de la gracia divina?, ¿coincide tu respuesta con la que nos da el pensamiento especulativo?”. Y le contesté: “Si, No”, “Y entre el sí y el no, los espíritus vuelan más allá de la materia y las cabezas se separan de los cuerpos”. Al escuchar esto, Ibn Rushd palideció e incluso tembló y escuché a sus labios murmurar: “No hay más fuerza y poder que la que viene de Allah”. Había comprendido lo que quise decirle “.

De entre los maestros que instruyeron e influenciaron a Ibn ‘Arabi, dos atraen especialmente nuestra atención; ambos son mujeres. Las dos eran ya muy mayores cuando las conoció. Una de ellas fue Shams de Marchena, de la que él mismo nos cuenta: “ Entre los santos hay ciertos hombres y mujeres que se llaman Implorantes (que Allah los bendiga). Encontré uno de ellos en la Marchena de los Olivares, se llamaba Shams y era ya muy anciana” La otra mujer con la que pasó cierto tiempo fue Fátima de Córdoba: “Serví como discípulo a un gran adorador de Allah, un gnóstico, una dama de Sevilla llamada Fátima bint Ibn al-Muthanná. La serví durante varios años. Teniendo entonces ella ya más de noventa y cinco. Tocaba el tambor y se complacía mucho en ello”.

Con frecuencia me decía: “Yo soy tu madre espiritual y la luz de tu madre terrestre”. Cuando un día mi madre vino a verla, le dijo: “Hola, luz, este es mi hijo y también es tu padre. Considéralo como tu padre, no como tu hijo, obedécele y no te separes nunca de él”.



Ibn ‘Arabi no dejó la península ibérica hasta pasados los treinta años. En el año 590/1193, fue a Túnez. Al parecer es en este viaje donde tuvo un encuentro con el guía inmortal de las almas Al-Khadir: “Estaba a bordo de un barco en el puerto de Túnez. Me dolía el estómago y, como todo el mundo dormía, decidí ir a cubierta y contemplar el mar. De momento, a la luz de la luna llena que brillaba aquella noche en todo su esplendor, vi a alguien caminar en dirección al barco. Finalmente llegó ante mí. Se mantenía sobre un pie y levantó el otro. Pude ver que no estaba mojado. Me habló durante un rato. Luego me saludó y se dirigió  hacia un faro situado en lo alto de una colina a más de tres kilómetros de allí. Esta distancia la cubrió en dos o tres pasos. Desde lo alto del faro lo escuché glorificar a Allah. Al día siguiente, cuando llegué a la ciudad, encontré a un hombre piadoso que me preguntó cómo me había ido en mi encuentro nocturno con Al Khadir a bordo del barco. Se interesó por lo que yo le dije y lo que él me respondió”.

Sin duda, a causa de las luchas constantes en África del norte decidió volver a Andalucía. De camino a Sevilla se detuvo en Tarifa “ en Tarifa en el año 590 tuve una discusión con al-Qalaf sobre los méritos de la pobreza y de la riqueza” . Ya en Sevilla tuvo otro encuentro extraño. En su estancia en Túnez compuso un poema del cual no había hablado a nadie. “A mi vuelta a Sevilla, tras un viaje de tres meses en caravana desde Túnez, un hombre totalmente desconocido vino a mí y me recitó palabra por palabra el poema compuesto por mí, pese a que yo no se lo había comunicado a nadie. Le pregunté quién había compuesto aquellos versos y él me dijo que Muhammad Ibn ‘Arabi. Le pregunté entonces cuándo los había aprendido y él me dijo el mismo día en que yo los compuse. Al preguntarle cómo y de quién, me dijo: “Una noche estando sentado en compañía de mis hermanos en el barrio Oriental de Sevilla un extranjero con aspecto de mendigo vino hacia nosotros. Se sentó y tras entablar conversación, nos recitó estos versos. Nos gustaron tanto que los escribimos y le preguntarnos por su autor. Respondió que habían sido compuestos por Ibn ‘Arabi en Túnez”.

En el año 591 y también en el 593 fue a Fez donde su reputación atrajo muchos discípulos y admiradores. Posteriormente volvió a su villa natal de Murcia, parándose en Granada y visitando la escuela sufí de Almería fundada por Ibn al- ‘Arif, autor del célebre Mah al Mach

En el año 558 emprendió viaje a Oriente, estuvo en Alejandría, en El Cairo y en La Meca, donde su fama no tardó en expandirse. Allí se encontró a las personalidades más importantes de la Vía Sufí de aquella época, todos fueron a presentarle sus respetos y gozar de su presencia y enseñanzas. En el año 601 dejó La Meca y se dirigió a Bagdad. Posteriormente recorrió todo Egipto y en el 604 volvió a La Meca. Estuvo en Konya donde su sabiduría y sus poderes espirituales dejaron una profunda impresión en las gentes. Su estancia en esta ciudad fue de gran importancia para el sufismo oriental. En el año 620 se instaló en Damasco definitivamente. Sus largos viajes, su enorme producción literaria y las privaciones y austeridades soportadas, habían minado su salud. Era célebre universalmente. El soberano de Damasco estaba orgulloso de tenerlo en su ciudad. Es allí donde terminó de componer su imponente obra Futúhát al-Makkiyyah. Murió en Damasco el 16 de Noviembre de 1240 (638) a la edad de 76 años.

Ibn ‘Arabi expresó la enseñanza y las intuiciones de muchas generaciones de sufís que le precedieron. Consignó por escrito, por primera vez y de una forma sistemática y detallada, el vasto fondo de la experiencia sufí y la tradición oral. Al mundo musulmán, a punto entonces de comenzar su decadencia cultural, política y económica, le dejó una exposición definitiva de la enseñanza sufí y también un resumen completo de la herencia esotérica del Islam. Su influencia sobre toda enseñanza sufí posterior es profunda y podemos decir que fue el último Sello de la sabiduría, el último que recibió las enseñanzas “no manifestadas” de la Vía. Cuantos vinieron tras de él se inspiraron en su poderosa figura.

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