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Dos frases históricas


Sabes vencer (Aníbal), pero no sabes aprovechar la victoria.

Maharbal, (general cartaginés, n?-m. 202 a.C.).

General cartaginés, hombre poco culto pero gran luchador. Sitió Sagunto con tanta precisión que nadie nota la falta de Aníbal. Al declararse la segunda guerra púnica (Roma contra Cartago), Aníbal decidió combatir a Roma en la propia Italia, contaba con que Cartago le enviaría los refuerzos necesarios. Aníbal, sus ejércitos y sus elefantes cruzaron el río Ródano, los Alpes, llegando solamente 20.000 soldados de los 90.000 que salieran de España y un único elefante de los 40 que disponía al momento de la marcha. Continuando su camino hacia Roma, atravesó los Apeninos y en los lodazales del río Arno, perdió la mitad del ejército, un ojo y el elefante que le quedaba.

El general Maharbal, una vez más, dio muestras de sus grandes dotes, hizo que la Galia Cisalpina se revelara contra Roma y venció a más importante ejército de legionarios romanos. En la batalla de Cannas, que dio la victoria a Aníbal contra Roma comandó la caballería. Aníbal, después de esta victoria, se retiró Capua para esperar refuerzos para atacar a Roma, refuerzos que durante los trece años de su estancia nunca recibió. Esta decisión de Aníbal, fue duramente criticada por Maharbal de donde viene la frase: “sabes vencer, pero no sabes aprovechar la victoria”.

Libremos a Roma de este pobre viejo que tanto le causa miedo.

Aníbal, (Cartago 247 a.C-183 a.C.).

Es el más importante general cartaginés. Era hijo de Almílcar Barca, a los nueve años su padre le hizo jurar odio eterno contra los romanos y, sin duda, cumplió su juramento.

Después de llegar casi a las puertas de Roma y tras la victoria de Cannas –frase anterior- se retiró a Capua en espera de refuerzos, aunque algunos historiadores afirman que el verdadero motivo fueron los placeres que encontró en esta ciudad. La verdad es que escribió gran número de misivas al Senado cartaginés solicitando refuerzos y que éste respondió: «si no atacas Roma por miedo de perder, no necesitas refuerzos, y si vas a ganar: tampoco”. Finalmente, Cartago le envió un ejército de ayuda al mando de su hermano Almílcar, ejército que fue vencido al poco de entrar en Italia y su hermano muerto. Ante estas nefastas noticias, Anibal perdió toda esperanza de apoyo y se decidió negociar con Roma una salida digna. Frustrada toda esperanza de diálogo, no tuvo más salida que plantar batalla, y en Zama fue derrotado por Escipión.

Después de 35 años fuera de su país, Aníbal regresó a Cartago y nombrado magistrado. Organizó la hacienda, la vida pública y llevó a cabo algunas alianzas con reinos de Asia Menor. Temerosos los romanos de su nueva influencia, Roma solicitó la entrega de Aníbal como rehén. Temeroso, huyó de Cartago y se refugió en la corte de Antíoco III (Siria).

Se cuenta que una noche este rey reunió a cenar a Escipión y Aníbal, y dirigiéndose a éste último preguntó que según su criterio quienes habían sido los mejores generales de la historia:

Aníbal: El primero Alejandro Magno, el segundo Pirro y el tercero, yo.

Escipión exclamó: Eso sería si yo no te hubiera vencido.

Aníbal: Si no me hubieras vencido, yo sería el primero.

Consciente de que Roma no olvidaba, se refugió en Bitinia y poco después, cercano a los 90 años se suicidó ingiriendo el veneno oculto en la caña de su bastón. Antes de morir cuentan que exclamó: “Libremos a Roma de este pobre viejo que tanto le causa miedo”.

Por Myriam Sagarribay

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