Un mexicano en Qatar
Entiendo que actualmente soy el embajador más joven de México y también entre los colegas en Qatar. Al principio llegaba a las reuniones y siempre saludaban primero a Martín, mi segundo en la embajada, un señor mucho mayor que yo que, por deducción, asumían como el embajador, algo gracioso que, bueno, era parte del trabajo.
Tomar este cargo es un reto fascinante, aun cuando mi experiencia me ha permitido estar expuesto a las relaciones internacionales desde distintas trincheras. Ser el primer embajador mexicano en este país árabe representa una responsabilidad enorme que asumo con orgullo, bajo el aprendizaje y la conciencia de haber vivido recurrentes crisis económicas en mi país y, al mismo tiempo, contar con la cercanía de pensamiento de los jóvenes. Cosa curiosa descubrir hace unos días que, por mi año de nacimiento, formo parte de la generación millennial… aunque no estoy seguro de lo que eso significa, ¡ja!
Un importante inversionista llamado Warren Buffet decía que «no invertía en una empresa hasta entender cómo Internet influía en ésta». Hoy en día creo que no es posible comprender al mundo sin Internet o las redes sociales, pues han transformado la forma de pensar, de consumir e incluso de tomar decisiones, hecho que demanda políticas responsables e incluyentes de dicha visión; la agenda internacional, por supuesto, debe estar alineada con esta realidad.
Entre las anécdotas curiosas que me ha tocado vivir aquí está el haber asistido a una boda, poco después de haber llegado a Doha, la capital del país, pues existen tradiciones muy específicas que México no comparte. Quien se casó es hijo del que probablemente es el empresario más poderoso de Qatar y, como se acostumbra, hombres y mujeres celebramos por separado, sin la presencia de bebidas alcohólicas. Todo comenzó con la felicitación al novio y continuó con la cena, en una mesa con muchos platos diferentes, estilo bufet, y al centro un camello bebé al horno con arroz. Nadie utilizó cubiertos y comimos en un corto periodo, en un ambiente muy relajado. Cosas como la sobremesa no existen aquí, así que el siguiente evento incluyó cánticos tribales y un baile con espadas en mano (entonces agradecí la restricción de bebidas embriagantes).
Cuando estás en un país tan diferente suceden dos cosas: Primero aprendes a entender y respetar otras culturas, pues la ignorancia y los prejuicios no caben en el mundo global en el que vivimos, y en segundo lugar, reflexionas sobre las riquezas de tu país, tu cultura y tu gente.
Es un orgullo representar a México en Medio Oriente, dar a conocer lo mejor que tenemos, promover las relaciones y, al mismo tiempo, beneficiar a los mexicanos a través de oportunidades de negocio y turismo. Con honestidad, no puedo estar más halagado con esta encomienda.
Por Eduardo Salinas y Francisco Niembro (Embajador de México en Qatar). Con información de Warp
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