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Mohamed Bouazizi – El héroe y su sombra

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Yo digo leyenda porque la historia de Bouazizi no es lo que parece. Sucedió también con los otros héroes mediáticos de la Primavera Árabe: Khaled Saed, el informático egipcio asesinado por la policía, supuestamente a causa de sus denuncias de la corrupción; Amina, la bloguera lesbiana cuyos posts en Internet contra al-Assad inspiraron a tantos a sublevarse contra el régimen? ¿Alguien los recuerda? Llenaron minutos y minutos de televisión, portadas de periódicos de todo el mundo. Pero luego resultó que Amina era un cuarentón norteamericano con barba que escribía desde Escocia y usaba la foto de una muchacha tomada al azar de Internet, mientras que Saed era en realidad un pequeño traficante de drogas sin inclinaciones políticas. Tina Turner cantaba en los ochenta que «no necesitamos más héroes», pero no es cierto, no podemos vivir sin ellos. Y como los héroes existen, pero son pocos y no siempre están donde se los espera, a veces hay que inventarlos.

La sonora bofetada de Bouazizi, posiblemente, no ocurrió nunca. El vendedor tuvo un encontronazo con un policía, pero se trataba de una agente mujer, que asegura que nunca hubiese podido abofetear a un hombre en una sociedad como la tunecina. Los testigos confirman su versión. Simplemente multó al vendedor por una infracción que había cometido. Nadie sabe por qué Bouazizi se quemó luego a lo bonzo, pero quienes le conocían nunca creyeron que fuese por razones políticas. Sin embargo, el hecho coincidió con una crisis de descontento en Túnez, y Bouazizi muerto era el símbolo que necesitaban. Como hoy en día todo tiene que tener que ver con Internet, incluso se inventó la historia disparatada de que era un ingeniero informático al que el paro juvenil había llevado a la miseria. Se le dedicaron calles, homenajes. Su familia se vio cubierta de honores. Se dice que la madre del mártir pasaba por la caja del supermercado sin pagar diciendo: «¿Es que no sabes quién era mi hijo?». Luego se descubrió que los Bouazizi también habían recibido dinero de la dictadura. Sus vecinos se hartaron de su prepotencia y acabaron contando la verdad. En Túnez ya nadie habla de Bouazizi, que ha quedado como una leyenda puramente occidental.

¿Y aquella mujer policía, acusada falsamente? Se llamaba Fedia Hamdi y tenía cuarenta y seis años. Ya entonces, para acallar las protestas, el dictador Ben Ali la metió en la cárcel, donde sufrió lo indecible. Luego la revolución triunfante volvió a condenarla como el símbolo de un régimen con el que ella, en realidad, nunca había simpatizado. Era una mujer valiente y las huelgas de hambre la pusieron al borde de la muerte. Finalmente, cuando se supo la verdad, fue liberada, aunque el asunto era tan delicado que no se la rehabilitó. Su salud nunca se ha recuperado.

Tampoco la Primavera Árabe ha sido lo que se esperaba. Y esa es la ironía: que quizás es Fedia, la persona que quería el cambio pero fue víctima de él, a quien tendríamos que considerar su verdadero símbolo, su heroína. Como decía, los héroes existen, pero no siempre están donde se los espera.

Lo que se llamó Primavera Árabe empezó en realidad en otoño. Esta semana se cumplía el aniversario y por eso los medios han vuelto a glosar un poco aquel diciembre de Túnez. Lo hacían repitiendo la leyenda de Mohamed Bouazizi, el vendedor callejero al que un policía abofeteó en público y que, para protestar contra esa injusticia y la falta de libertad, se quemó a lo bonzo, provocando así las protestas que luego se irían contagiando a Egipto, Yemen, Baréin, Siria? Fue una bofetada que, se dice, con la típica exageración de la épica, desató una revolución.

Por Miguel-Anxo Murado
Con información de La Voz de Galicia

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