SISTEMAS DE REGADÍO EN AL-ANDALUS
En la literatura andalusí existen numerosas apariciones y menciones del agua relacionada con lluvia, surtidores, ríos, acequias, norias, albercas, etc.
Se desarrolló una gran tecnología en campos como la hidráulica, sistemas de captación, canalización y almacenamiento además de ingenios y mecanismos.
Para Ibn Jafäÿa (1058 – 1139) de Alcira, máximo exponente de la poesía andalusí de jardines, tanto que se le llamó al-Ÿannän (el jardinero), las nubes amamantan a las flores con la lluvia:
«(se ven) en un valle en el que las bocas de las margaritas han mamado el pecho de las nubes de chaparrones generosos»
Abú Ishaq Ibrahim Ibn Jafäÿa nació en el año 450 de la Hégira (1058 de la era cristiana) en la próspera ciudad valenciana de Yazirat Suqr (Alcira) donde realizó estudios gramaticales, religiosos y literarios, sintiendo una fuerte inclinación hacia estos últimos desde muy joven.
Tras una formación rigurosa en poesía clásica árabe, se dedicó a la creación de una obra propia, en la que destacó especialmente su tratamiento de los temas de la naturaleza.
Este gran poeta lírico desplegó su actividad en el Reino de Valencia (1058-1139).
Sorprende la modernidad con que Ibn Jafaya canta la naturaleza y el paisaje luminoso y colorista de su querida Al-Andalus.
«El jardín era un rostro de una blancura resplandeciente, la sombra una cabellera negra y el agua del arroyo una boca de hermosos dientes».
«El agua del canal adornada de las joyas del rocío, se parecía a un cuello sobre el que los árboles habían abotonado los cuellos de sus camisas»
«En torno a él, una acequia le hace parecer una hermosa ceñida por la cintura».
El desarrollo tecnológico y científico de los musulmanes hispanoárabes les permitió adoptar y adaptar diversos medios y recursos técnicos para la prospección, captación, elevación, almacenamiento, distribución y uso de aguas, que propiciaron el desarrollo del regadío esencial para la agricultura hasta el punto de que fue el motor de una importante revolución agrícola en el siglo XI.
Los musulmanes perfeccionaron inmensamente las técnicas de riego, se convirtieron en los maestros de la técnica hidráulica agrícola, aprovecharon los sistemas de riego romanos que aquí encontraron, y junto a las técnicas orientales que conocían, pudieron lograr un excepcional aprovechamiento del agua, no podemos pasar por desapercibido el hecho del contenido etimológico árabe de las palabras actuales con las que se designan las obras hidráulicas o de riego: sèquia, assut, assarb, sínia, nória, alcaduf, aljub, safareig, martava, tanda, etc..
Los dos sistemas de regadío tradicionales todavía vigentes en la actualidad provienen de la época musulmana, además de las canalizaciones del agua ó acequias, por las que corría el agua de los ríos o de los manantiales, sirviéndose de los desniveles del suelo.
En la utilización de las aguas fluviales emplearon los azudes o presas, y los alquezares o cortes.
Para sacar el agua de pozos, fuentes, manantiales, o ríos se utilizaron diversos medios: la polea, el torno de mano horizontal, el cigüeñal y las ruedas elevadoras.
A partir del siglo X proliferan por toda la geografía de al-Andalus las norias accionadas por energía hidráulica «naura» se destinaban a la elevación de agua, al manejo de molinos para la industria textil y la fabricación del papel.
En la huerta murciana se utilizaban también unas ruedas elevadoras conocidas como «dawlab» nombre de origen persa.
El término «saniya» se destinaba a la noria de sangre, ya conocida por los romanos y también difundida en al-Andalus por los árabes.
Se dice que fueron los sirios quienes la trajeron ya en el siglo XIII.
Ar-Razí nos habla del sistema de regadío del Segura, muy similar al del Nilo en Egipto.
Para captar aguas subterráneas se utilizaron pozos y, quizá lo más conocido y relevante de las canalizaciones de agua en el mundo árabe, el famoso qanä que consiste, básicamente, en unas galerías subterráneas, perforadas aplicando técnicas de origen oriental, por las que se conduce el agua desde un pozo madre que la capta desde las capas freáticas y que está provista de unos respiraderos o pozos de ventilación cada cierta distancia.
Es una técnica conocida desde muy antiguo en al-Andalus, introducida por los Omeyas, y abundante en muchas zonas de Mallorca, Madrid y Alicante, donde los arquitectos o expertos se servían de los zahoríes (del árabe zuharï) para detectar la localización de las aguas subterráneas.
Lo que posibilitó la utilización de las norias para la extracción de recursos hídricos de los pozos fue sustituir la fuerza motriz del agua por la de las bestias de carga, lo que permitió accionar la máquina sin necesidad de la existencia de agua corriente.
No era fácil construir el mecanismo de rueda y piñón que convierta el movimiento horizontal en un giro vertical.
Los carpinteros de al-Andalus construían las dos ruedas con maderas de diferente dureza para que la más débil actuara como fusible de cualquier accidente mecánico y pudiera ser fácilmente sustituida.
Para la distribución del agua de regadío se desarrollaron complejas y extensas redes de acequias que subdividían sucesivamente en conducciones menores en una estructura arborescente hasta llegar a cada uno de los predios que regaban y alcanzar así grandes extensiones de regadío intensivo.
Si la captación se hacía en una corriente de agua, a veces se hacía necesario recurrir al azud para la derivación hacia el canal, acequia o noria que se encargaba de conducir o elevar el agua.
Entre las técnicas agrícolas que exponen los agrónomos andalusíes cabe indicar la destinada a conseguir que corra el agua en una tierra para posibilitar el riego.
La técnica consiste en disponer el suelo con una inclinación de acuerdo con una proporción de desnivel determinada, esta proporción se calculaba con una herramienta al efecto.
La clasificación de las aguas que realizaban los tratadistas musulmanes se basa en un criterio de procedencia a partir del cual establecen cuatro grupos diferentes: lluvia, ríos, pozos y fuentes, cada una de ellas con sus propiedades y efectos sobre los cultivos.
Sobre el riego de los frutales y las plantas en general se deben tener en cuenta una serie de principios generales y específicos para cada caso.
La clave para aumentar la superficie de regadío era el aprovechamiento óptimo de los recursos existentes, y en esta línea, en las zonas donde los recursos eran más escasos, las aguas de los baños eran reutilizadas después para el riego.
Tal es el caso de los baños de Alhama de Murcia, que ya a mediados del siglo XIII servían para regar las tierras de la alquería. Práctica que se ha mantenido hasta el siglo XX.
En cuanto al origen étnico de las instituciones de distribución del agua en los sistemas de regadío, hemos de señalar que en la zona de Xarq al-Andalus (sureste español) también tiene raíces bereberes en algunos casos.
En Castellón, por ejemplo, recogían el agua sobrante de las fuentes de San Vicente de Borriol, del Part de Lucena, de Sueras, de Noguered, y San José en Vall de Uixo, de Ayodar y Fuentes de Ayodar, de Agua Zorrilla en Azuebar, de la Higuera y Santa Cristina en Artana, del Fontanás en Bechí, y de San José en la Llosa, convirtiendo en ricas huertas 2.700 hectáreas de tierra en los términos de esos diez pueblos más los de Chilches, Onda, Artesa, Tales, Alcora y Figueroles.
Todavía se llaman «huertas de los moros«, las regadas por una fuente que brota junto al despoblado lugarcillo de Berita en el término de Onda.
De reconocida transcendencia y mucho coste son las canalizaciones subterráneas del cano o sifón y mina vieja, de las que Mr. Jaubert de Passá, después de un escrupuloso e instruido estudio dice «tenían demasiada previsión en sus empresas, para desatender las ventajas que les ofrecían las localidades, y sabían superar los obstáculos con el mayor éxito… Por más estragos que cause la rambla, jamás padece el cano…» deduciendo de todo, con una imparcialidad muy laudable en un extranjero y por añadidura francés, que la teoría del sifón era ya conocida en una provincia de España, ocho siglos antes que se presentara en Francia su descubrimiento como una novedad.
No contentos los labradores musulmanes con haber cruzado las principales llanuras y laderas de acequias, canalejas y regaderas que derramaban en todas direcciones el germen más precioso de la fertilidad, que se propusieron, además, aprovechar para la obtención de muchas producciones de huerta, las tierras turbosas o pantanosas de los cuadros próximos al mar y de algún otro lugar del interior, que un exceso de humedad hacía improductivas.
Para ello utilizaron las técnicas de drenaje y desecación que la ciencia moderna aconseja actualmente como mejores o menos costosos; el de zanjas cubiertas y el de cauces al aire libre o sin cubrir.
El primero, más perfecto, lo adoptaron en Alcolea, pueblo fundado por ello, que desapareció sustituido por el actual Villanueva de Alcolea, cuya fértil Hoyada inutilizarían las filtraciones de los montes vecinos, si las manos entendidas y cuidadosas de los musulmanes andalusíes no hubiesen abierto profundas y angostas zanjas de desagüe, tapándolas con lozas en arcos apuntados para sostener encima la tierra cultivable.
El segundo, más fácil, lo practicaron en Torreblanca y Benicasim, Almazora, Mascarell, Almenara, etc., rodeando de anchas y hondas acequias que recogían el agua encharcada.
De este modo crearon las marjales o al-marjales -marchals-, nombre árabe sin equivalente especial y apropiado en latín.
La importancia social y económica del agua exigió, lógicamente, una normativa o regulación jurídica, la prevención o solución de conflictos relacionados con ese preciado y escaso bien, eran de suma importancia para los andalusíes.
En al-Andalus, las cuestiones del riego, el reparto y distribución de las aguas formaba parte de lo que en el derecho andalusí se denominaba furü al-fiqh.
El Tribunal de las Aguas de Valencia se remonta a la época Califal de al-Andalus en la Plana en el Campo de Morvedre, en la Huerta Valenciana, en la Ribera del Júcar, en el Pla de Xátiva, y en la Huerta de Gandía el regadío es permanente y se rige por el principio de que es agua es un bien común e inseparable de la tierra.
Las acequias son conservadas por las comunidades de regantes, los cuales se someten a un tribunal de las aguas para resolver los litigios.
Esta estructura está documentada en la época musulmana, por ejemplo, en la época Califal está demostrado por un texto del cronista Ibn Hadjdjan publicado por Lèvi-Provençal, el cual nos refiere también que Mubàrak y Mudaffar, los amiríes sublevados contra Córdoba en el año 1010 ejercieron el cargo de inspectores de riego del Turia (actualmente más conocido como río Turia).
Sistema que en Valencia imperaba de modo análogo respecto a las aguas de la Vega, con el nombramiento de ocho acequieros (actualmente denominados síndicos) correspondientes a las ocho Acequias que regaba y permitían la distribución de las aguas en la Huerta Valenciana, estos procesos por cuestiones de riegos del principio de publicidad, las vistas se celebraban en el lugar de máxima afluencia de creyentes, en la Mezquita los viernes y en horas determinadas, ya que los juicios orales debían contar con la presencia masiva de testigos y gentes interesadas en el modo en que se instruía, conocía, y sentenciaba.
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