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Cacho Rodríguez,baluarte del viejo y bello oficio de platero

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©semanario Principios Populares de Buenos Aires en el año 1996

Julio en sus últimos días, se caracteriza este año por su típico e intenso frío del atardecer, luego de un soleado día invernal, y así, en las últimas horas de la tarde, me encuentro en la provincia de Entre Ríos con un personaje muy singular, quien hace de cada pieza de su oficio una obra de arte única e irrepetible; me refiero al señor Eduardo “Cacho” Rodríguez, residente desde siempre de la ciudad de Viale, provincia de Entre Ríos, (lugar de su nacimiento), y de la que conoce como pocos su historia, su presente, a su gente, la mayoría de las cuales pasan a su lado, (y por el hecho de verlo cotidianamente), ignoran que están ante uno de los últimos artesanos plateros del país. Este oficio ha estado presente en la familia por generaciones.

En el siglo XIX, Don José María Rodríguez, su bisabuelo, revistaba como soldado en las milicias del caudillo Ricardo López Jordán y posteriormente fue comisario en la ciudad de Hernandarias. Su abuelo, Faustino Rodríguez, (quien por los años de fines del siglo XIX ejerce como comisario en la campaña de los actuales municipios de Viale y Seguí), es un hombre con herencia de oficio de armas, que sin embargo desea para sus hijos un medio de vida distinto al por él heredado, contrata  en la ciudad de Paraná a un artesano platero para que le enseñe a él y a uno de sus hijos el bello arte de trabajar los metales preciosos como la plata y el oro.

De ahí en más es Don José Rodríguez el platero de Viale y zonas aledañas, quien con el tiempo, delega su arte y oficio en “Cacho” su hijo, el artista que hoy nos ocupa.

Cacho tiene una forma muy particular de realizar sus obras; todas son creaciones repentistas lo cual las transforma en piezas únicas e irrepetibles puesto que no utiliza moldes para sus figuras, dibujos y filigranas, las que van siendo creadas tal cual se lo dicta su oficio y estado de ánimo al momento de ir avanzando en la obra.

Gran parte de su obra se encuentra en poder de algunos vecinos y amigos, que las lucen en forma de hebillas, cuchillos, mates y bombillas, prendas para el caballo y un sinnúmero de objetos de arte que recorren distintos países de América y Europa llevados por viajeros ocasionales, diplomáticos y autoridades.

Por lo mismo, no es errado afirmar que Cacho Rodríguez es cultor de un oficio casi desaparecido, el de artesano platero, y en su caso, de gran valía, como bien pueden atestiguar los poseedores de cada una de sus creaciones.

Entre sus obras más conocidas encontramos la corona a la Virgen de la Inmaculada Concepción, realizada con 10 piedras preciosas. La corona de la Virgen de la Merced, de la ciudad de Seguí. Ha realizado un hermoso cáliz de plata estirada a mano, lo que le da un sello único basado en las “imperfecciones” que el trabajo manual le confiere, característica que aumenta su valor.

Por suerte para los amantes del oficio, está formando un discípulo, le está enseñando a su nieto con la condición de que tiene que respetar la línea de trabajo suya, es decir, todo hecho a mano.

Lo que lo hace un artista muy singular es que  los vecinos de Viale en su mayoría ignoran el alcance de su obra, no adopta posturas ni modos de estrella, muy por el contrario, vive y actúa con afabilidad, bonomía y don de gentes, rasgos que enaltecen aún más el excelente ser humano que Cacho es.

Y no sólo es un excelente artesano platero, Cacho es parte viva de la historia de la ciudad de Viale.

Me consta que en su niñez se inició como vendedor de pasteles, repartidor de pan y también panadero y pastelero. Realizó emprendimientos varios, (como atender la cantina del Club Unión), fue ocasional actor de teatro y a la vez, como todo niño, jugador de foot ball. Por su buen manejo del balón, militó en la formación de los clubes Viale Foot ball Club, el Deportivo y Club Atlético Unión.

Además, el Arsenal, club de foot ball que fue ideado y pergeñado por Cacho y varios amigos reunidos en la esquina de Irigoyen y Catamarca bajo los árboles y cuya sede funcionó primigeniamente en la casa de mi padre, Estanislao “Taningo” Acosta, del barrio “El Bellaco” de Viale.

En su temprana juventud, inicia su actividad de cartero, en ese ayer Pueblo Viale, habitado por varias etnias de inmigrantes, por lo cual tuvo que familiarizarse con nombres y apellidos llegados de allende los mares como Breckel o Stertz, Vitor y Salum, Neme, Di Giovanni, Yedro, Lobera o Gastaldi, Embón o Israelson y muchos más que componían ese crisol de razas con quienes trató, adquiriendo a su vez muchas de sus ideas y costumbres.

Hablar de la persona y personalidad de Cacho Rodríguez es nombrar una serie casi inagotable de quehaceres, anécdotas, vivencias y conocimientos que lo hacen aparecer, ante todo como buen vecino, gran charlista, mejor persona y un entrañable y buen amigo.

La presente nota fue publicada en el suplemento literario del semanario Principios Populares de Buenos Aires en el año 1996. Un ejemplar del mismo se encuentra en el Museo Cultural de La Paz, provincia de Entre Ríos, por donación del grupo ALFA, Artistas unidos de Buenos Aires.

Por Emilio Acosta
Para Páginas Árabes

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