¿Sabías ésto sobre Yemen?
Es una opinión generalizada, aunque errónea, que el Yemen es un país de extensos desiertos de arena y dunas. Muy al contrario, el Yemen, a diferencia de sus países vecinos, presenta una geografía mucho más variada y marcadamente compleja.
Este rincón del suroeste de la península arábiga cuenta con un paisaje formado por verdes y elevadas montañas, fértiles wādī (valles), mesetas de áridos desiertos, húmedas llanuras costeras y cientos de kilómetros de litoral. (1)
Toda esta riqueza natural, sin lugar a duda, influye en la vida y la cultura yemeníes e incluso en la creación y difusión de todas sus manifestaciones folclóricas, entre ellas, sus cuentos.
La variedad climática y geomorfológica del contexto geográfico confiere a sus manifestaciones culturales una fuerza y una pluralidad inusuales.
Este patrimonio tan rico no solamente varía dependiendo de las zonas geográficas y de los ámbitos sociales en los que cada creación folclórica tiene su origen, sino que, se podría afirmar que cada una de las áreas de influencia cultural que en este territorio geográfico coexisten posee un conjunto de características propias y específicas que la diferencian de las otras.
Yemen es uno de los países más pobres del planeta. Su economía es de base agrícola-ganadera y de tipo tradicional.
Una buena parte de la población vive, aun hoy en día, en entornos rurales, en pequeñas aldeas a menudo aisladas y de difícil acceso y carentes, en su mayoría, de servicio alguno de abastecimiento de electricidad o de agua corriente.
Los yemeníes han conseguido, a lo largo de los siglos, dominar una naturaleza a veces hostil.
Han construido diques y anchos canales, los birk, (2) que utilizan para recuperar el agua de la lluvia y así poder regar sus cultivos en terrazas situadas en altitudes entre los 1000 y los 3000 metros sobre el nivel del mar y que se sitúan a lo largo de las estribaciones montañosas que atraviesan, sobre todo, el Yemen Septentrional.
Sin embargo, su clima templado permite en estas altitudes, el cultivo de café, de cereales, entre ellos el trigo y el sorgo, y de frutos como la uva, los albaricoques, las almendras, los dátiles y los mangos.
Una mención aparte merece el cultivo del qāt, que resta buena parte de tierra a los productos agrícolas alimenticios, y supera en superficie de cultivo del café y el trigo.
Según estudios científicos acreditados, el cultivo de qāt drena además los ya escasos recursos hídricos subterráneos, lo que ha supuesto la necesidad de incrementar la importación de productos alimenticios esenciales. (3)
Por el contrario, en los terrenos no aptos para el cultivo, la mera presencia de pastos ofrece el recurso necesario para que los yemeníes del interior lleven a cabo otra actividad muy difundida e igualmente esencial en su economía: el pastoreo de cabras y corderos.
Los relieves montañosos están cortados por cursos de agua, los wādī, que pueden pasar de ser muy abundantes e inundar las zonas circundantes a estar totalmente secos durante el resto del año.
Es precisamente en estos lugares, en estos valles, donde es común encontrar pozos rodeados por palmeras, acacias y otros árboles, en los que habitualmente acontecen los eventos más mágicos de los cuentos.
Es a estos pozos a donde las mujeres de las aldeas cercanas deben dirigirse varias veces al día con sus cántaros para recoger el agua que precisan para su consumo y uso diario.
Por A. A. Piccolo
Notas:
(1) Véase al respecto, por ejemplo, Burrowes, R. D., op.cit, pág. 135 y ss.
(2) Piamenta, M. Dictionary…, op.cit., pág. 28.
(3) Milich, L. y Al-Sabbry M., “The «Rational Peasant» vs Sustainable Livelihoods: The Case of Qat in Yemen”, en Developmente-Society of International Development, 1995 http://ag.arizona.edu/~lmilich/yemen.html, último acceso 27 de noviembre 2014. Sobre qāt véase también la nota n. 37 en la pág. 22.
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