11-S
Así se pierde la guerra
Quien es víctima de un ataque como el del 11-S tiene derecho a defenderse y, llegado el caso, a hacer un legítimo uso de la violencia. Lo que no tiene es el derecho a equivocarse. Aquel atentado fue una declaración de guerra que, tal vez, se había iniciado años antes. Pero la guerra contra el terrorismo ni es la segunda guerra mundial ni es la guerra fría. Una confusión -tal vez deliberada- que nos ha conducido a la calamitosa situación presente.
Los defensores de la actual estrategia de seguridad intentan convencernos de que no nos queda más remedio que hacernos a la idea de que estamos ante una guerra eterna. La propuesta de por sí es alarmante. Pero lo que más inquieta es que la guerra contra el terrorismo se desarrolle en conflictos tan «convencionales» y catastróficos como el de Irak. El terrorismo es un enemigo invisible, fuera de lo convencional, que no necesita identificarse con un Estado para golpear. Y tras el 11-S, la Administración norteamericana reaccionó con el viejo hábito de la guerra fría de encarnar la amenaza en un grupo de Estados «rufianes» y en dividir el mundo en dos bloques: «demócratas» y «antidemócratas». Tras lo que pasó a convertir la guerra fría en caliente y a presentar esa peculiar lucha contra el terrorismo como una emulación de la segunda guerra mundial, en la que Sadam Husein era Hitler y Bin Laden el Emperador de las Tinieblas.
El 11-S marcó una nueva era. Estamos en un nuevo siglo, frente a amenazas que nada tienen que ver con las del nazismo y la guerra fría y que no se pueden combatir con los métodos del pasado. Catalogar a Bin Laden de fascista nos puede dejar el cuerpo tan a gusto, pero nada adelantamos en el diagnóstico del peligro. Comparar la toma de Bagdad con el desembarco en Normandía y pensar que se acaba con el terrorismo invadiendo un país con inmensas reservas de petróleo puede ser muy reconfortante para el «comandante en jefe», pero ha sido como apagar un fuego con choros de gasolina. Puedes reprochar al vecino su pasividad, pero las llamas no se van a extinguir por más combustible que le eches.
El mundo es hoy mucho más peligroso que en 2001. Al Qaida sigue campando por sus respetos, y una respuesta equivocada a la amenaza ha contribuido a empeorar las cosas. Nicolas Baverez, que no es precisamente un izquierdista, ha hecho en ABC un diagnóstico alarmante: «Los riesgos se aceleran» tras «el fracaso de la respuesta estadounidense a los atentados del 11 de Septiembre». Y no es precisamente un francés con instintos antiamericanos quien lo dice. Todo lo contrario. Cinco años después, habría que reflexionar y dar una respuesta algo más racional que esa que cuenta que no nos queda más remedio que afrontar una guerra eterna en la que que la situación va a seguir empeorando de día en día.
Por Alberto Sotillo
Fuente: ABC
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