La ilusión de la libertad
Evocando el recuerdo de amistades, de esas que se forjan con el sólo interés de la amistad, llega a la mente mi cofrade de preparatoria, el hoy Lic. Nemesio García Naranjo, nieto del abogado, periodista, escritor, historiador, político, catedrático y académico mexicano del mismo nombre.
Resulta que ante el torbellino económico, político, social, cultural, etc., que ya marea a todos mexicanos, es que se recuerda la parábola que le es atribuida al abuelo de mi amigo y que, precisamente, se titula como esta colaboración.
Se dice que en cierta ocasión un árabe cargó excesivamente a su camello, el cual se echó en el suelo y se negó a seguir andando. Vano fue que el árabe azotase al animal; éste siguió echado resuelto a no dar un paso más mientras llevase sobre su joroba aquella insoportable carga.
El dueño del camello se disponía a quitarle algunos fardos, cuando un beduino, extraordinariamente despierto, le hizo la siguiente advertencia: “Si le quitas peso, ya no permitirá, en el futuro, que lo vuelvas a cargar. De tal modo, carga aún más al camello hasta abrumarlo, que sienta una presión formidable y, cuando veas que el camello está ahogándose, casi muriendo, entonces procede a libertarlo del exceso de peso con se estaba asfixiando. El animal sentirá que vuelve a la vida; poco a poco se irá reanimando y esta carga que ahora le parece excesiva, le llegará a parecer liviana. Se levantará ligerísimo y la conducirá con placer.”
El árabe siguió ciegamente las indicaciones del consejero y lo que se previó, se cumplió fielmente. El camello se sintió morir pero, luego, al percibir que ya no tenía encima aquél enorme peso que lo estaba asfixiando, se consideró liberado y caminó, no solamente resignado, sino gozoso.
El dueño del camello le dijo al beduino que su consejo había sido sabio y eficaz pero, al mismo tiempo, brutalmente cruel, al grado de que estuvo a punto de dejar tirada la carga en el desierto y perderlo todo.
La sugerencia final del beduino fue que en lo sucesivo no cargara tanto al animal en los próximos viajes y, por lo pronto, le pidió que viera lo hermosa y contenta que estaba la bestia y que así llegaría hasta el final de su jornada pero que, era preciso que aprendiera la lección: para que tanto bestias como hombres estimen en lo que vale la libertad, se hace necesario que sufran antes la infamia de la opresión.
Así, el beduino se despidió diciendo: “Dices que mi consejo fue cruel y yo, por el contrario, sostengo que le he brindado al camello, la ilusión de la libertad.”
Ah, la ilusión de la libertad… ¿qué es lo que llega a mi mente? ¿la ilusión de la libertad? O será, acaso, la sentencia que sobre la libertad expresa Mahatma Gandhi: “No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna.”…. Es obvio que no la hemos desarrollado.
Por Lic. Francisco Sunderland Álvarez
Con información de AM
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