“Exterminad a todas las bestias” La islamofobia en el contexto del racismo colonial occidental
La frase procede de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, donde el personaje principal termina su informe, que justifica la ocupación de vidas y tierras en África que las naciones europeas están a punto de iniciar, con la siguiente conclusión: “Exterminad a todas las bestias”. La frase es también el título de un libro de Sven Lindquist, donde este autor dibuja la historia de los genocidios cometidos a lo largo de la historia, y de los argumentos racionalistas que siempre se han desarrollado para justificar estos crímenes. Ese libro incluye, pero no se limita a ellos, la carnicería y esclavización de decenas de millones de africanos en el comercio esclavista atlántico, la masacre de diez millones de africanos, hombres, mujeres y niños, por los belgas en el Congo en los siglos XIX y XX, la destrucción alemana del pueblo herero en 1904, y el holocausto judío y el holocausto de otros pueblos en Europa en la Segunda Guerra Mundial.
“La muerte se ocupa de los moribundos y de sus insanos gritos de furia… resonando en el sublime silencio de la infinitud” (Estado Mayor alemán).
En 1904 el Estado Mayor alemán informó del genocidio en el África del Sudoeste, hoy Namibia, de un número de hereros estimado en 80.000 personas. “La patria entera”, dijo el Estado Mayor en Berlín, “manifestó su gratitud al ejército alemán por este resultado”. La carnicería de los hereros y de otros pueblos africanos por los alemanes y otros europeos fue la precursora de los genocidios por venir en todo el mundo.
Siempre hay una justificación para la barbarie. Casi siempre, si no siempre, ésta consiste en etiquetar a las víctimas de esos actos bárbaros como “menos” que el pueblo que comete esos actos – como “bestias” reales, cuyo maltrato, tortura y muerte se puede por tanto justificar moralmente.
Dibujo colonialista en Punch (Londres), finales del siglo XIX: El soldado británico da muestras de alegría mientras lee un telegrama que dice: «Califa asesinado».
El subtítulo del dibujo: «A través del continente oscuro».
Conrad escribió acerca de la fiebre por la tierra de África y sus riquezas que se estaba produciendo en el siglo XIX, cuando los “buenos” blancos sacaban un atroz beneficio de los pueblos negros, y justificaban al mismo tiempo cada paso que daban. No sólo fueron los europeos quienes se beneficiaron económicamente de la barbarie de violaciones, torturas, cortes de brazos y piernas, y asesinatos, que marcó la opresión de los africanos y el robo de los recursos de sus tierras, sino también muchos americanos –incluyendo a John D. Rockefeller, Sr.– hicieron grandes fortunas con la miseria y la muerte de los negros. Las acciones europeas en África fueron similares en muchos aspectos a la esclavización en América del pueblo negro, y al robo de la tierra de los nativos americanos …por gente que hablaba de la libertad y la democracia.
Hemos escuchado justificaciones sin fin para lo que Israel, apoyado por los Estados Unidos, ha hecho al pueblo libanés durante la invasión y bombardeo … Del mismo modo que ha habido siempre justificaciones para la destrucción que Israel, con el apoyo de los Estados Unidos, ha llevado al pueblo palestino.
La imagen está grabada en mi mente: ambulancias de la Cruz Roja en Líbano destruidas por las bombas y los misiles israelíes. Las ambulancias estaban claramente marcadas con grandes cruces rojas en el techo y los lados, y parece ser que precisamente por ello fueron destruidas. La gente que estaba dentro había sido herida previamente por las bombas suministradas por los Estados Unidos, pero el objetivo de los israelíes era matarlos, enseñarles la lección de que el país más fuerte, en aras de sus intereses, puede hacerle lo que quiera al país más débil. Es la lección que los colonialistas siempre intentaron inculcar, en concreto cuando querían la tierra de los que asesinaban, o cuando querían asegurar de que nadie pudiera poner en riesgo sus intereses económicos, políticos o militares.
Así pues, los israelíes asesinaron a la gente de las ambulancias: niños pequeños, mujeres, ancianos, inocentes. Cuando yo era pequeño veía películas donde los rabiosos enemigos de la libertad hacían tales cosas. Ahora un “aliado”, financiado, defendido y apoyado por los Estados Unidos, hace estas cosas. Escuché cómo un médico decía que al menos un hospital fue bombardeado por “nuestras” bombas.
Al mismo tiempo, los medios de comunicación informaban de que el gobierno Bush enviaba un cargamento con bombas teledirigidas de 5000 libras, porque los israelíes ya habían lanzado la mayoría de las que les habíamos dado previamente. Juzgando por las montañas de escombros, montañas de escombros que habían sido edificios de apartamentos, donde todavía asomaban juguetes o libros, pude darme cuenta de que los israelíes necesitaban más de “nuestras” bombas. Las bombas serían lanzadas por aviones de caza que los Estados Unidos también habían suministrado a nuestro “aliado amante de la democracia”.
Podemos comprender tres cosas cuando observamos e intentamos entender toda esta abominación:
Una: Israel es y siempre ha sido un país de apartheid, lleno de autopistas por donde sólo los judíos israelíes pueden conducir, y de bantustanes donde los palestinos son hacinados cada vez más, mientras el gobierno israelí les roba más y más de sus tierras y de su agua, y les aísla de sus granjas, de sus trabajos, negocios y escuelas. Gaza y Cisjordania son para los palestinos como Mississippi y las peores partes del Sur fueron para los afroamericanos, oprimidos durante la mayor parte de la historia de este país.
Dos: El aliado más estrecho de Israel, los Estados Unidos, también se ha construido sobre la subyugación de otras gentes, especialmente la gente de color, y por lo tanto los dos países comparten un punto de vista racial sobre la historia, y una meta común: mantener las estructuras de poder que, basadas en la raza, han construido.
Y tres: Ambos países están determinados a mandar en el tan rico en petróleo Oriente Medio, sin importarles cuántos inocentes tengan que asesinar para alcanzar sus objetivos.
Mientras siguen sus destructivas y antidemocráticas agendas, sus palabras y sus hechos demuestran sus profundas convicciones sobre el tipo de países que creen ser, en abierto conflicto con la realidad. Como cuando en Líbano Israel mataba niños y otros inocentes llamándoles “terroristas”.
Los Estados Unidos intentaron durante muchas décadas mantener la ficción de que libertad y esclavitud podían coexistir, y esta hipocresía casi hizo saltar la nación en pedazos. El Compromiso de Missouri, aprobado en 1820, aceptaba que Missouri fuera admitido como estado esclavista, pero establecía que la esclavitud sería prohibida en cualquier futuro estado que surgiera de la gran compra del territorio de Luisiana. Thomas Jefferson intuyó que el compromiso no podía durar, diciendo de él que era “como un incendio en la noche”, y alertó sobre la posible destrucción de la nación en un futuro a causa precisamente del conflicto entre esclavitud y libertad.
Jefferson había redactado la Declaración de la Independencia, con sus hermosas palabras sobre que todos los hombres habían sido creados iguales, mientras un joven negro esclavizado le abanicaba en el calor de su habitación. Cuando Jefferson murió, lo primero que el albacea inventarió en la finca del ex-presidente y autor de la Declaración de la Independencia fue “unos valiosos 70 negros”, junto con otras cosas valiosas como cepos, látigos, muebles, utensilios de cocina, etc.
El propietario de esclavos Jefferson obviamente no creía en sus propias palabras sobre la igualdad, pero supo que el compromiso entre esclavitud y libertad no podría durar mucho, como así fue. El Compromiso de Missouri terminó en 1854, cuando las fuerzas esclavistas lo rechazaron, en un intento de expandir la esclavitud. La Guerra Civil siguió en unos años a la revocación del Compromiso de Missouri, llevando la destrucción a gran parte de la nación. Pero todavía hasta hoy el país se aferra desesperadamente a la desigualdad basada en criterios raciales.
Por lo tanto, Israel y los Estados Unidos son aliados naturales. Ambos han apoyado el terrorismo cuando les ha convenido, y han calificado a otros de “terroristas” cuando les ha convenido. Los Estados Unidos se mantienen en una aprobación callada (y a veces no tan callada) cuando Israel arrasa aldeas palestinas enteras, trata de manera brutal a la población, organiza castigos colectivos, asesina con impunidad, construye un Muro del Apartheid en tierra en su mayor parte robada a los palestinos, y se afana en extender el asesinato y la tortura.
El anterior Primer ministro de Israel, Ariel Sharon, ha sido responsable de muchos crímenes de guerra. En octubre de 1953 dirigió a la Unidad 101 del ejército israelí cuando llevó a cabo la matanza de los civiles de la aldea palestina de Kibya, y la destrucción de todas sus casas. Las acciones de Sharon contra civiles inocentes fueron tan espantosas que el entonces Primer ministro de Israel, Moshe Sharrett, tuvo que decir en una reunión gubernamental que él condenaba “el asunto de Kibya, que nos expone ante el mundo entero como si fuéramos una banda sanguinaria, capaz de masacres colectivas, sin importarnos lo que esto significa, o si nuestras acciones nos conducen a la guerra”.
Sharon proveyó reflectores para que sus aliados cristianos libaneses pudieran asesinar a cientos de palestinos, hombres, mujeres y niños, en la masacre de Sabra y Shatila en Líbano en 1982. También convirtió en blancos a las personas y edificios de la Autoridad Palestina, en un intento de destruir la capacidad del pueblo palestino para tener algún día un gobierno realmente independiente.
El antiguo Primer ministro Yitzhak Shamir, que perteneció a la banda del grupo Stern que organizó la masacre de 250 civiles en la aldea de Deir Yassin en 1948, intentó en su día llegar un acuerdo con el Partido Nazi de Hitler. Los términos de ese acuerdo eran que un Estado Judío se crearía en Palestina sobre bases “totalitarias” y que estaría vinculado por un tratado a la Alemania nazi.
Israel, que es periódicamente alabado en los medios de comunicación estadounidenses, ayudó a la Sudáfrica gobernada por los blancos a sortear las sanciones de las Naciones Unidas, y a luchar contra los movimientos africanos de liberación en sus fronteras. Cuando los sudafricanos atacaron la capital de Mozambique, Maputo, en 1983, alcanzando a un centro de atención infantil y numerosos edificios, reconocieron que habían organizado el ataque sobre el modelo del ataque israelí a Beirut en el verano anterior.
Israel también ayudó a las fuerzas que fueron organizadas por la CIA para luchar contra el movimiento africano de liberación en Angola, suministrándoles armas a través de Zaire, que estaba entonces gobernado por el brutal dictador terrorista, y sostenido por los Estados Unidos, Mobutu Sese Seko.
Los israelíes también entrenaron a las fuerzas sudafricanas en los métodos más efectivos para doblegar a los sudafricanos negros, aplicando lo que habían aprendido subyugando a los palestinos. Israel y los Estados Unidos suministraron armas y municiones a Sudáfrica, e Israel se asoció a Sudárica en programas de desarrollo de armas nucleares…
Por Clinton L. Cox
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