Jesús, el hijo del hombre 4

Juan,el discípulo bienamado

(En su vejez)

 

juan_discipulo

 

 

Jesús, el Verbo

 

Me pedís que os hable de Jesús, pero ¿cómo puedo engañar o ahogar la canción del amor divino que llenó el universo, con esta caña hueca? En cada suceso de los diversos aspectos del día, Jesús veía al Padre presente ante Él. Lo vio en las nubes y en la sombra de las nubes que flotaban sobre la tierra. Vio el rostro del Padre reflejado en las albercas quietas y las huellas de sus pies marcados sobre los médanos. Y muchas veces cerraba sus ojos para contemplar aquellos ojos divinos. La noche le hablaba, con la Voz del Padre y en su soledad sentía a los ángeles que lo llamaban, y cuando buscaba descanso en el sueño oía el cuchicheo de los cielos en esas horas. A menudo se sentía muy feliz en nuestra compañía y nos llamaba hermanos. Mirad, pues, cómo el Verbo, que en el principio era con Dios nos llama hermanos a nosotros, que apenas somos ciertas humildes sílabas pronunciadas ayer. Tal vez me preguntéis por qué lo llamé Verbo primordial; pues oíd: en el principio se movió Dios en el espacio y de su movimiento inconmensurable nació la Tierra y sus Estaciones. Por segunda vez se movió Dios y brotó la vida, y el anhelo de la Vida buscó ansiosamente la Altura y la Profundidad para que Dios posea la Mayor de toda Mayor cantidad de sí mismo.

Y después habló Dios, y el hombre fue una de sus palabras, un espíritu hecho del Espíritu de Dios. Y cuando hubo hablado así, el Mesías fue su primer Verbo, un Verbo Perfecto. Y al advenir Jesús el Nazareno al mundo, se supo del nacimiento del primer Verbo salido de la boca de Dios. Y fue concebido en carne y sangre la Voz del Verbo. De este modo, Jesús el Ungido es el Verbo Primordial con que Dios habló al mundo. Del mismo modo que el manzano de un jardín, que florece y da frutos, antes que los demás árboles, por un día; y en el jardín de Dios, en aquel único día, había un ciclo completo. Sí, todos somos hijos del Altísimo, mas el Ungido era su primer hijo, que, encarnando en el cuerpo de Jesús el Nazareno, vivió entre nosotros y a quien hemos visto con nuestros propios ojos. Os digo todo esto para que lo comprendáis, no tan sólo con el pensamiento, sino también con el alma. El pensamiento pesa y mide, pero el espíritu llega al corazón de la vida y abraza sus misterios, porque la simiente del espíritu no muere. El viento sopla y luego acalla, y el mar tiene su flujo y reflujo; mas el corazón de la vida es un círculo sereno iluminado por astros firmes y eternos.

 

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