La larga travesía de Peter O’Toole
Fue una leyenda viva y lo seguirá siendo tras su muerte. Peter O’Toole puso fin a su larga travesía de 81 años, apurada hasta la última gota. El inmortal «Lawrence de Arabia», ocho veces nominado al Oscar y ocho veces relegado a la categoría de «dama de honor» (en palabras propias), falleció en el hospital Wellington de Londres por «una larga enfermedad» no especificada.
Cuarenta años atrás, el actor irlandés había aplazado su cita con la muerte por una pancreatitis aguda, fruto de su adicción a la botella, que nunca ocultó hasta ese mismo momento. A finales de los setenta anunció que dejaría de beber (verdad a medias) y antes de cumplir los ochenta proclamó su jubilación del cine y del teatro, aunque el veneno de las tablas volvió a morderle en los últimos meses. Tal vez porque ya sabía que el final estaba cerca, O’Toole aceptó una papel histórico a su medida, el del orador Cornellius Gallus, en una película de romanos: «Catalina de Alejandría». A las órdenes de Michael Redwood, O’Toole interpreta a uno de los sabios que defiende a la mártir cristiana de la ira del emperador Constantino el Grande.
O’Toole no pudo resistir la tentación y se integró a un auténtico batallón de veteranos actores británicos (Joss Ackand, Steven Berkoff y Edward Fox) para su definitiva despedida del celuloide, siete años después de su octava y última nominación al Oscar por «Venus» y al cabo de una década del Oscar honorario que no consiguió redimirle de las estatuillas no ganadas. Su hija Kate OToole dio la cara ante los medios para comunicar su muerte y anunciar la celebración de un sepelio que en el que se rendirá homenaje al actor con «música y las buenas vibraciones que él hubiera querido», intentando mantener hasta el epílogo de su vida el espíritu indomable del «loco irlandés», como le llamaban sus viejos amigos.
«La familia aprecia mucho las muestras de cariño y amor que han llegado de todo el mundo», declaró Kate O’Toole. «Estamos realmente desbordados y damos las gracias desde lo más profundo de nuestro corazón».
El «premier» británico, David Cameron, hizo un alto en su pausa dominical para rendir tributo al actor: «Mis pensamientos están con la familia y con los amigos de OToole. Su interpretación en mi película favorita, «Lawrence de Arabia», fue realmente asombrosa.
‘Un gigante del cine y del teatro’
La muerte de O’Toole, como la de Mandela , fue una de esas ocasiones contadas en que las que se detienen las transmisiones de televisión y se adelantan los boletines de radio. «Peter apuró hasta el último momento de su vida, ¿acaso no es verdad?», anunció en Sky News el presentador Michael Parkinson, rompiendo con la letanía habitual en estas ocasiones. Aunque el homenaje más sentido fue el que llegó desde su nativa Irlanda. El presidente y poeta Michael Higgins, amigo personal del actor, dejó de lado el hecho de que su país salía ese día mismo del rescate financiero y quiso recordar así al monstruo escénico: «Irlanda y el mundo han perdido a uno de los gigantes del cine y del teatro». «En una larga lista de papeles estelares en los escenarios y en las pantallas, Peter puso muy alto el listón como actor», reflexionó en voz alta Higgins. «El siempre tuvo un profundo interés en la literatura, y un amor particular por los sonetos de Shakespeare». Sin necesidad de guión, Higgins trazó acaso la semblanza más completa de O’Toole a los pocos minutos de su muerte: «Aunque fue nominado al Oscar en ocho ocasiones, y recibió una estatuilla honoraria de sus compañeros por su contribución al cine, su mayor compromiso fue siempre el teatro. Quienes le vieran en papeles como Lawrence Arabia en 1962, o en el de Enrique II en «Becket», o en «El león de invierno» o en decenas de películas, siempre reconocerán en él la vida consagrada al séptimo arte».
Higgins recordó por último la amistad que les unía desde 1969: «Todos los que conocimos echaremos de menos su cálido humor y su generosidad como amigo. No he conocido a nadie que le supere por esa gracia especial en todas sus interpretaciones, dentro y fuera de los escenarios». El eco de la muerte de O’Toole llegó de Connemara, en Irlanda, a Leeds, en Inglaterra, donde pasó gran parte de su infancia (de hecho, existen dos certificados de nacimiento que acreditan que vino al mundo en 1932 y en los dos lugares, con un par de semanas de diferencia).
Hijo de un enfermera escocesa y de jugador de fútbol y corredor de apuestas irlandés, O’Toole abandonó la escuela a los quince años y ejerció como periodista antes de ingresar en el ejército. En Dublín, en los años cincuenta, pudo dar rienda suelta a su doble vocación de «poeta o actor». Pasó después por la Academia Real de Arte Dramático, y estudió entre otros con Alan Bates y Albert Finney, antes de debutar en el Briston Old Vic y en el Londons Royal Court Theater.
El giro copernicano en su vida se produjo en 1962, cuado David Lean le propuso interpretar a T.E. Lawrence tras la negativa del propio Albert Finney y de Marlon Brando. Aunque O’Toole puso reservas iniciales al papel acabó prácticamente haciéndose un beduino y fue ya incapaz quitarse la arenas del desierto de sus babuchas durante el retos de su carrera.
«Nosotros, Richard Burton, Richard Harris y yo, encarnamos el auténtico espíritu de los sesenta», confesó el actor irlandés tiempo después, con la fama ya consechada de vividor en Hollywood. «Nos atrevimos a hacer en público lo que todo el mundo hacía en privado, y a convertirlo además en show. Bebíamos muchos, y fumábamos hierba»…
Tras contraer la pacreatitis y se tratado por un cáncer de estómago, O’Toole hizo propósito de enmienda. Pero su carrera y su vida personal iban ya embaladas. Se casó con la actriz irlandesa Siàn Phillips y tuvo dos hijas (Kate y Patricia). Se unió luego a la modelo Karen Brown y de esa relación nació su hijo Lorcan Patrick. De ahí pasó a una relación platónica con Rose McGowan, tras el flechazo en el rodaje de «Phantoms».
Durante los ochenta y los noventa alternó el West End con Hollywood. Triunfó con «Macbeth» y se convirtió en indiscutible rey de la comeda con «Jeffrey Bernars is Unwell», en el que interpretaba a su «alter ego» borracho. Y entre uno y otro regreso a los escenarios, la cascada de nominaciones a los Oscar con «Lawrence de Arabia» (1962), «Becket» (1964), «El león en invierno» (1968), «Adiós, Mr Chips» (1969), «La clase dirigente» (1972), «Profesión: el especialista» (1980), «Mi año favorito» (1982) y «Venus» (2007).
Cuando le dieron la estatuilla honoraria en el 2003, pidió que no le jubilaran antes de tiempo. Aunque en el 2012, a punto de cumplir los ochenta, se sintió ya sin ánimos ni fuerzas y escribió una despedida: «Queridos todos, ha llegado el momento de arrojar la toalla y retirarme del cine y de los escenarios. Ya no siento la pasión, ni creo que vuelva». Por fortuna volvió: la película póstuma de Peter O’Toole, «Catalina de Alejandría», se estrenará en el 2014. Pero antes, cumpliendo con sus propios designios, habrá una despedida a su estilo y por todo lo alto. Mejor no llorar.
Por Carlos Fresneda
Con información de : El Mundo
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