Los Secretos del Corazón

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MUERTOS ESTABAN LOS MÍOS

(Escrito en el exilio, durante el hambre en Siria)

 

«PRIMERA GUERRA MUNDIAL»

Los míos se han ido, pero yo aún existo

Llorándolos en soledad…

Muertos están mis amigos y por su

Muerte mi vida es nada más que un gran

Desastre.

Las colinas de mi país están inmersas

En lágrimas y sangre, pues se han ido los míos

y mis amados, y yo estoy aquí

Viviendo como lo hacía cuando los míos y mis

Amados disfrutaban de la vida y sus

Alegrías, y cuando las colinas de

Mi país estaban benditas y rodeadas

Por la luz del sol.

Los míos murieron de hambre, y aquel que

No pereció de inanición fue despedazado

Por la espada; y aquí estoy yo

En esta tierra distante, vagando

Entre gente feliz que duerme

Sobre lechos mullidos y que sonríe al día,

Y el día les sonríe.

Los míos tuvieron una muerte dolorosa

Y vergonzosa, y aquí estoy yo viviendo en la paz

Y la abundancia… Es esta una gran tragedia

Siempre representada en el escenario de mi

Corazón; a muy pocos les importa presenciar el

Drama, pues los míos son como pájaros

Con las alas rotas que la bandada deja atrás.

Si estuviera hambriento y viviera entre mi

Famélico pueblo, y si fuera perseguido junto con

Mis oprimidos compatriotas, la carga

De estos días negros pesaría menos

Sobre mis desasosegados sueños, y la

Oscuridad de la noche sería menos

Sombría ante mis hundidos ojos y mi

Apesadumbrado corazón y mi alma herida.

Porque aquel que comparte con los suyos

Los pesares y agonías sentirá el

Supremo alivio que sólo el sufrimiento

Y el sacrificio engendran. Y estará

En paz consigo mismo cuando muera,

Inocente junto a sus compañeros inocentes.

Pero no vivo con mi hambriento

Y perseguido pueblo, que camina

En el cortejo de la muerte hacia el

Martirio… Estoy aquí, al otro lado

Del ancho mar, viviendo a la sombra de la

Tranquilidad, y a la luz de la

Paz… Estoy distante de la triste

Arena y de los acongojados, y de nada

Puedo enorgullecerme, ni siquiera de mis propias

Lágrimas.

¿Qué puede hacer un hijo exilado por

Su hambriento pueblo, y de qué vale

Para su pueblo el lamento de un

Poeta ausente?

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Si yo fuera una mazorca de maíz plantada en la tierra

De mi país, los niños hambrientos me

Seguirían para alejar con mis granos

La mano de la Muerte de su alma. Si fuera

Un fruto maduro de los jardines de mi país

Las hambrientas mujeres me arrancarían

Para alimentar la vida. Si fuera

Un pájaro volando en el cielo de mi país,

Mis hambrientos hermanos me darían caza y

Con la carne de mi cuerpo alejarían de

Sus cuerpos la sombra de la tumba.

Pero ¡Ay de mí! No soy una mazorca de maíz

Plantada en las llanuras de Siria, ni un

Maduro fruto de los valles del Líbano:

Esta es mi desventura, la muda calamidad

Que me humilla ante mi alma

Y ante los fantasmas de la noche…

Esta es la dolorosa tragedia que atiesa mi lengua

Y maniata mis brazos y me apresa, despojado

de fuerza, acción y voluntad.

Esta es la maldición marcada a fuego

Sobre mi frente

Ante Dios y ante los hombres.

Y a menudo me han dicho:

«La desventura de tu país no es

nada comparada con la calamidad que aqueja

Al Mundo, y las lágrimas y la sangre vertidas

Por tu pueblo no son nada comparadas

con los ríos de sangre y lágrimas

Derramados cada día y cada noche en los

Valles y llanuras de la tierra.

Sí, pero la muerte de los míos es

Una silenciosa acusación; es un crimen

Concebido por la mente de invisibles

Serpientes… Una tragedia sin

Música ni decorados… Y si los míos

Hubieran atacado a los déspotas

Y opresores para morir como rebeldes,

Yo hubiera dicho: «Morir por

La libertad es más noble que vivir a la

Sombra de la débil sumisión, porque

Aquel que abrace a la muerte con la espada

De la Verdad en la mano, se eternizará

En la Eternidad de la Verdad, pues la Vida

Es más débil que la Muerte, y la Muerte

Más débil que la Verdad.

Si mi nación hubiera participado en la guerra

De todas las naciones y hubiera muerto en el

Campo de batalla, yo diría que fue

La rugiente tempestad quien quebró

Con su furia las tiernas ramas; y una

Muerte violenta bajo un cielo de

Tormenta es más noble que morir

Lentamente en los brazos de la senilidad.

Pero no hubo salvación de esas

Fauces… Los míos cayeron

Y lloraron con los sollozantes ángeles.

Si un terremoto hubiera desgarrado

A mi país en dos y la tierra hubiera

Engullido a los míos en su seno,

Yo hubiera dicho: «Una gran ley misteriosa

Ha actuado por voluntad de la fuerza divina,

Y sería una locura si nosotros

Frágiles mortales, intentáramos escudriñar

Sus profundos secretos…»

Pero los míos no murieron en rebeldía;

No los mataron en el campo

De batalla; ni tampoco un terremoto

Destrozó mi país para avasallarlos.

La muerte fue su único salvador, y

El hambre su único menoscabo.

Los míos murieron en la cruz…

Murieron con las manos

Extendidas hacia Oriente y Occidente,

Mientras los despojos de sus ojos

Miraban la oscuridad del

Firmamento… Murieron en silencio.

Pues la humanidad había cerrado sus oídos

A sus gritos. Murieron por no

Favorecer a su enemigo.

Murieron por amar a sus

Vecinos. Murieron por depositar

Su confianza en la humanidad.

Murieron por no oprimir

Al opresor. Murieron

Porque eran las flores

Aplastadas, y no los aplastantes pies.

Murieron porque eran pacíficos.

Perecieron de hambre en una tierra

Rica en leche y miel.

Murieron porque se levantaron

Los monstruos del infierno y destruyeron

Todo lo que crecía en sus campos,

Y devoraron sus últimas reservas…

Murieron porque las víboras y

Los hijos de las víboras escupieron veneno

En el espacio donde los Cedros Sagrados y

Las rosas y el jazmín exhalaban

Su fragancia…

Los míos y los tuyos, Hermano

Sirio, están muertos… ¿Qué se puede

Hacer por los que mueren? Nuestros

Lamentos no paliarán su

Hambre y nuestras lágrimas no saciarán

Su sed; ¿Qué podemos hacer para

Salvarlos de la férreas garras del

Hambre? Hermano mío, la bondad

Que te impele a ofrecer una parte de tu vida

A cualquier ser humano que esté en

Camino de perder su vida, es la única virtud Que te hace digno de la luz del

Día y la paz de la

Noche… Recuerda, hermano mío,

Que la moneda que dejas caer en

La marchita mano que se tiende hacia

Ti es la única cadena de oro que

Enlaza tu rico corazón

Con el amante corazón de Dios.

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