Los sufís de Al-Andalus 2 – Por Ibn Arabi

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Abû Muharnmad ‘Abdallâh b. Ibrahim al-MâIaqi

 

Se le conocía con el nombre de al-Qalafat («el Calafatero de barcos»). Fue compañero de Abfû Rabî’ al-Kafîf Y amigo de Ibrâhîm b. Tarîl. Seguía la senda de la futuwwah y daba claras muestras de ello. Siempre se le veía preocuparse por los problemas de los demás, nunca por sí mismo. Se dirigía a casa de los gobernadores o de los jueces para los asuntos de los demás y su casa siempre estaba abierta a los pobres. Observaba escrupulosamente las prescripciones legales y las reglas de la conveniencia espiritual (ash-sharf’ah wa-l-ádlib). Mientras que IbrahIm b. Tarif era severo por naturaleza, Abû Muharnmad era muy abierto (lit. «tenía el pecho dilatado»). Me encontré con este shaykh en numerosas ocasiones y apreciaba mucho mi compañía.

 Un día, mientras este shaykh estaba en Ceuta con Ibn Tarûf, el Sultán Abû al-Alî  nos envió dos cargas de provisiones. Yo no estaba allí en aquel momento, pero los hermanos que habían venido a verme comieron de ellas, en tanto que mis compañeros no las tocaron. La segunda tarde, el Sultán envió la misma cantidad de comida y yo ni la acepté ni la rechacé. Cuando se enteraron de que el Sultán había renovado sus dones, los hermanos volvieron a nuestra casa. En cuanto a mí, hice el salat de la noche (al-‘ ‘ishâ’). Uno de los visitantes, que fingía ser un shaykh, me dijo: «No se hace el salat cuando la comida está servida».No respondí, lo cual le encolerizó. Entonces le dije: «Yo no he aceptado esa comida y no creo que se pueda comer pues, en mi opinión, es ilícita.Y no os he ofrecido porque deseo para vos lo mismo que deseo para mí». Después de haberle explicado mis razones, le dije: «Esta comida está a vuestra disposición. El que la considere lícita que coma, el que no, que la deje».

A continuación regresé a la casa en que habitaba, llevándome a mis discípulos. A la mañana siguiente, este hombre se dirigió a casa del visir y le infonnó que, en mi opinión, sus bienes eran ilícitos, y otras cosas del mismo tipo. El visir se encolerizó y dijo: «Por Allah En realidad es su propio jefe el que ha recibido el envío de la comida», Se hizo una acusación, apoyada por el visir, y el asunto fue llevado ante el Sultán, que era un hombre inteligente. El dijo: «Nuestra intención era hacer el bien al enviar esa comida, pero este hombre conoce mejor su propia condición. Así que no le haremos ningún mal». Y rechazó la queja.

 Nuestro compañero al:Qalafât oyó hablar del asunto y vino a verme. Temía por todos nosotros, pues conocía el incidente y las críticas que yo había hecho. Entonces me dijo: «Tu comportamiento ha sido justo por lo que a tí respecta, pero es probable que nos perjudique, pues esas personas no van a tolerar una cosa así. Por eso se dice: «Decae el que no tiene tirano que le ayude y se extravía el que no tiene sabio que le guíe»‘. Cuando ví que tornaba en consideración (lit. «que la compasión se apoderaba de él por») el derecho (haqq) de aquellos hombres y que, por la fuerza de las cosas, daba preferencia a las ventajas mundanas, le dije: «Desdichado sea el siervo de Allah que se apoya en los enemigos de Allah Que Allah deje de cuidar del mundo si éste no se preocupa más de Su derecho y es el
derecho de Allah el que predomina en él (haqqu-llàh ahaqqu)». Hice un gesto para despedirle y me levanté. El se marchó.

 Poco después, me encontré con Ibn Tarîf; estaba informado del asunto y me dijo: «Diplomacia ante todo». Respondí: «Mientras se mantenga lo esencial, no hay mal en ello». Y se quedó en silencio. Qué Allah esté satisfecho con él!.

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