Los sufís de Al-Andalus 2 – Por Ibn Arabi
Abû Ishâq Ibrâhîm b. Ahmad b. Tarîf al-‘Abbâsî
Este hombre, procedente de Egipto, era el shaykh de Abû ‘Abdallâh al-Qurashî, ¡que Allah esté satisfecho con ellos!. Tenía un carácter muy bueno y era dulce en sus relaciones con el prójimo. Sólo decía la verdad y no tenía nada censurable a los ojos de Allah. Era persona de celo y de esfuerzo y le hubiera gustado retirarse del mundo, pero estaba obligado a renunciar a ello debido a su trabajo, que era vender cerámica. Se entregaba enormemente a las obras de piedad; ávido de conocimientos, volvió a copiar numerosas obras dedicadas al Camino.
He aquí las circunstancias de su muerte. Fue abordado en la calle por un hombre que le dijo: «Acaba de pasar Fulano». Se trataba de un hombre de la tierra a quien Allah había afligido con una enfermedad de garganta que nosotros llamamos naghnaghah (bocio). El shaykh no lo conocía muy bien, pero como su interlocutor insistía, le dijo: «¿Quieres decir el hombre del bocio?». El otro respondió que era él precisamente. El shaykh contaba que en aquel preciso momento, Allah (al-Haqq) le había llamado interiormente y le había dicho: «Oh, Ibráhim, ¿No conoces a ‘nuestros siervos más que por sus aflicciones? ¿no tiene ese hombre un nombre? Te haremos morir del mismo mal». A la mañana siguiente, la enfermedad se había apoderado de su garganta y murió poco tiempo después.
Su hijo Muharnmad me refirió este relato cuando estábamos en La Meca. Añadió que su padre también había dicho: «En veinte años no había cometido una falta semejante».
Le había visitado dos veces y tenía mucho afecto por mí. La primera vez me lo encontré en Ceuta con mi compañero al-Habashî, y otra vez en su ciudad natal. Que Allah esté satisfecho con él!.