Los sufís de Al-Andalus 2 – Por Ibn Arabi
Abû Ahmad as-Salawî
Vino a unirse con nosotros a Sevilla en la época en que yo estaba bajo la dirección espiritual de nuestro shaykh Abû Ya’qûb al-Kûrnî. Este Abû Ahmad, que tenía estados espirituales (ahwâl) de una gran fuerza, pasó dieciocho años en compañía de Abû Madyan. Era un hombre de esfuerzo y de piedad, que lloraba mucho.
Estuve en su compañía durante un mes en la mezquita de Ibn Jarrâd. Una noche, me levanté para hacer el salat. Hice mi ablución y subí al tejado de la mezquita. Allí estaba, tendido cerca del tragaluz y durmiendo. De él salían rayos de luz que se dirigían hacia el cielo. Me quedé mirándole un momento, sin saber si la luz venía del cielo hacia él o salía de él y ascendía hasta el cielo. No me movía, maravillado por su estado. Después se despertó, hizo su ablución y se puso a hacer el salat.
Cuando lloraba, yo recogía las lágrimas que caían al suelo y me frotaba la cara con ellas, pues me daba cuenta de que olían muy bien a almizcle. Cuando las personas notaban en mí ese olor, me preguntaban dónde había comprado un almizcle de tal calidad.