Los sufís de Al-Andalus 2 – Por Ibn Arabi

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Câlih al-Kharrâz

 

Este hombre de Sevilla estaba entre las personas de celo, de esfuerzo y de escrúpulos (wara´), entregado a las obras de adoración que practicaba desde la edad de siete años, incluso antes tal vez. Siempre estaba absorto y nunca jugaba con los niños de su edad, ni les dirigía la palabra. Por escrúpulo, trabajaba como zapatero remendón para tener suficiente dinero para alimentarse Y cuidar de su madre. A pesar de su corta edad, había copiado toda la obra de lbn ‘Assâl. Vivía retirado y observaba largos períodos de silencio.

Sus compañeros decían de él que no les hablaba más que cuando era indispensable.Yo fui a vedo con frecuencia, pues sentíamos un gran afecto mutuo. Cuando había dicho algo,nunca volvía sobre ello, pues hablaba con una sinceridad perfecta(cidq). Nunca hacía nada para venir en ayuda de aquellos que él conocía, por temor a que le veneraran. Generalmente sólo trabajaba para las personas de paso, forasteros en la ciudad, que no le conocían y que él no conocía.Uno de nuestros compañeros le llevó un día un zapato que él mismo había estropeado voluntariamente para poder hablar con él. Le saludó y al-Kharrâz le devolvió el saludo. Cuando nuestro compañero le pidió que le arreglara el zapato, el shaykh le dijo: «Me ocupo de este zapato por el que ya he sido pagado».

Durante esta conversación, yo me mantenía cerca de ellos, pero sin que al- Kharrâz pudiera verme. Nuestro compañero continuó:»Guárdalo en tu casa hasta que hayas terminado de arreglar éste». A lo que al-Kharraz replicó: «Tal vez haya muerto antes ¿No crees que podrías llevar tu zapato a otro?». «Pero yo no deseo a otro que no seas tú para este trabajo». Al-Kharrâz replicó: «Ya has oído lo que he dicho», luego volvió a coger su libro y su dhikr. Nuestro compañero le advirtió de que iba a sentarse a esperar el final de su trabajo. «Haz lo que quieras, le dijo el .shaykh, pero todavía no sabes el precio que pido». «Dí el precio».

«Un octavo de dirham». «Te doy un cuarto». «No es el precio adecuado». «Es un obsequio por mi parte». «Siquieres ofrecer ese dinero para satisfacer a Allah, hay otros más necesitados que yo. Hoy ya he ganado suficiente».

 Pero el otro no dejaba de molestar. Finalmente el shaykh le dijo: «Estoy cansado de escucharte y te estás riendo de mí. No haré este trabajo».

 El hombre volvió hacia mí con el corazón roto. «Le has aburrido», dije. «Vuelve y pídele que te lo arregle para que Allah le recompense y no le ofrezcas dinero». Hizo lo que le había aconsejado. AI-Kharrâz le miró un momento y dijo: «Alguien, te ha enviado». Luego se volvió y me vio. ‘Entonces dijo: «Déjame tu zapato y márchate. Vuelve después del salat de la tarde y, si todavía estoy vivo, te lo devolveré. Si he muerto, verás que te lo he dejado en casa de un vecino».Se volvió hacia mí y me hizo señas para que me acercara. «¿Es la forma de actuar de los compañeros? ¿imponen a sus hermanos lo que les es desagradable? No vuelvas a hacer una cosa semejante. Si Allah no hubiera puesto en mi corazón la amistad hacia ti, ni siquiera te habría mirado. Así que mantén mi anonimato». Nunca he encontrado a nadie como él, ¡que Allah esté satisfecho con él!. A continuación, se retiró a lugares desérticos, buscando la soledad y el aislamiento.

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