Los sufís de Al-Andalus 2 – Por Ibn Arabi

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Abû Muhammad Makhlûf al-Qabâ ‘ilî 

 

Vivió en Córdoba, donde murió, también con el permiso del Enviado de Allâh ¡Que Allâh le conceda Su gracia y Su paz!. Un día fui a verlo con mi padre para que rogara por él. Nos mantuvo en su casa desde la mañana hasta el salat de la tarde y comimos allí.

 Al entrar en ella, se sentía el poder de su presencia espiritual incluso antes de verlo. y cuando se le veía, era maravilloso mirarlo. Siempre estaba vestido con lana (cûf). Además de las otras recitaciones, recitaba mil veces al día el tasbîh, el takbîr, el tahmîd y el tahlîl.(1); siempre estaba invocando. Sus du´as (2) se extendían a todos los habitantes del cielo y de la tierra, hasta los peces del mar, y siempre estaba a punto de llorar.

 Como quería hacer un pozo en su jardín, le trajeron un prisionero extranjero para que le ayudara en su tarea. Entonces dijo el shaykh: «Este hombre ha venido a servirnos, por lo tanto vamos a pedir a Allâh que entre en el Islam». Cuando llegó la noche, el shaykh se retiró con el fin de rogar por él. Al venir a trabajar al día siguiente, el hombre anunció que se había hecho musulmán. Cuando le preguntaron sobre ello, respondió: «He visto en sueños al Enviado de Allâh; me ha ordenado que crea en él y yo he creído en él. Entonces me dijo: ‘Es gracias a la intercesión de Abu Muhammad Makhlûf por lo que te recibo en el Islam’, o algo parecido».

 Un día, abandoné al shaykh y regresé a casa; le había dejado en buena salud. Aquella misma noche soñé que estaba en pleno campo, y que bajaban nubes. De pronto, oí los relinchos de caballos y el roce de sus bridas; entonces vi, montados a caballo o a pie, a un gran número de personas que bajaban a la llanura y la ocupaban totalmente. Nunca había visto a hombres con caras tan bonitas, vestidos con ropas tan resplandecientes, ni caballos de tamaña excelencia. A continuación, observé a un hombre de gran talla, con el pelo blanco, con una gran barba y con la mano puesta en su mejilla. Le pregunté sobre la asamblea y me dijo: «Estos son todos los profetas, desde Adán hasta Muhammad. No hay ninguno que no haya bajado». Quise saber quién era él: «Soy Hûd, del pueblo de ‘Ad (3)».A continuación le pregunté el motivo de su presencia y me contestó: «Hemos venido a visitar (‘Awwâdân) a Abû Muhammad que está enfermo». Al despertarme, fui a interesarme por Abû Muhammad Makhlûf y me enteré de que se había puesto enfermo durante la noche. Todavía vivió algunos días y después murió. !Que Allâh tenga misericordia de él!.

(1).-Que consiste en decir Subhân Allâh («Gloria a Allah»), Allâhu akhar («Allâh es más grande»), Al-hamdu li-llâh («Alabado sea Allâh») y Lâiâha illâ-llâh («No hay ídolos sino Allâh»). Estas fórmulas son frecuentemente repetidas, no sólo por los sufíes, sino por todos los musulmanes, especialmente después de cada salat.

 (2).-Du´a: Invocación… expresión de voluntad del musulmán ante Allâh

(3).-Cf.. El.Corán, surata Hûd (XI). 

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