Los sufís de Al-Andalus – Por Ibn Arabi

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Abu  Muhammad ‘Abdallah al-Baghi ash-Shakkaz

 Dejó la ciudadela de Priego para venir a vivir a Granada, donde ha permanecido hasta ahora (599/1203).

Un día fui a verle con mi compañero ‘Abdallah Badr al-Habashi. Cuando iba a visitar a un shaykh o a un hermano, solía dejarle todo el dinero que llevaba. Aquel día sólo llevaba un dirham y se lo dio.

Era un hombre lleno de celo (jidd), entregado al esfuerzo (ijtihad), casi siempre triste o con lágrimas. Odiaba la desobediencia como si fuera infidelidad y odiaba las faltas leves como si se tratara de errores y equivocaciones graves. Había efectuado la estación de la Preservación (maqam al- muhafazhah) y era casi impecable (ma’ cum). Como dice Ibn ‘Uqqa’ de su propio shaykh: «Siempre estaba con mi shaykh Harun y nunca le vi cometer un danb (error , equivocación) grave. Sin embargo, como dormía a veces la noche entera, tuve dudas sobre la constancia de su esfuer­zo. Entonces una voz me dijo: «¿Suponen los que realizan malos actos que Nosotros les trataremos con igualdad, tanto en la vida como en la muerte, con respecto a los que creen y hacen buenas obras? ¡Qué equivocados es­ tan¡ Entonces fui a buscar a mi shaykh para preguntarle si había cometido alguna vez un danb (error equivocación) grave. Me respondió: ‘Ni una falta leve intencionadamente»‘.

Se pasaba las noches haciendo el salat y ayunaba durante el día. Ningún aspirante podía estar en su compañía, pues le pedía los esfuerzos que él mismo se imponía, lo cual les hacía huir. Vivía totalmente solo, no poseía nada y era muy duro consigo mismo. Cuando le hicieron observar que los Compañeros del Profeta habían mostrado más clemencia hacia sí mismos, respondió: «Aunque no hu­bieran tenido en su activo más que la Compañía (cuhbah) ¿Cuándo podríamos alcanzar su rango?».



No conocía a nadie que pudiera comparársele, a no ser Abu Muslim al-Khawlaní(tio de Ibn Árabi). Su celo y sus esfuerzos eran tales que preparaba varillas para azotarse las piernas cuando estaban cansadas de mantenerse realizando la salat. Enton­ces decía, dirigiéndose a sus piernas: «Merecéis más los golpes que mi montura», y seguía golpeándolas hasta que todas las varillas estaban rotas. También decía: «Si los Compañeros de Muhammad que ¡Allah le conceda Su gracia y Su paz piensan que pueden conseguirlo ellos solos, por Allah!, les presionaremos en muchedumbre hasta el punto de apretujarlos sobre El, hasta que se den cuenta que han dejado detrás de sí a Hombres (rijál) dignos de ese nombre». Era de buena acogida, agradable de visitar y muy amable. Le gustaban mucho las alusiones (ishárát) y decía: «Observad bien estas cuatro categorías de hombres espirituales: los «que han sido fieles al pacto que hablan hecho con Alá»(Corán XXXIII,23), los «que ni los negocios ni las ventas desvían del dihkr de Allah»(Coán,XXIV, 37), los «que estarán sobre los A’raf'(Corán, VII, 47) y los «que vendrán hacia ti a pie»192».

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