Los Secretos del Corazón

compatriotas

COMPATRIOTAS

¿Qué buscáis, Compatriotas?

¿Deseáis acaso que construya para

Vuestros gloriosos palacios, decorados

Con palabras vacías de sentido, o

Para vuestros templos techados con sueños?

¿O me ordenáis que destruya aquello

Que los mentirosos y tiranos han construido?

¿Debo desarraigar con mis manos

Aquello que los hipócritas y los malvados

Han implantado? ¡Decid cuál es vuestro insensato

Deseo!

¿Qué querríais que hiciera,

Compatriotas? Debo ronronear como

Un gatito para satisfaceros, o debo rugir

Como un león para complacerme? He

Cantado para vosotros, pero vosotros no habéis

Danzado; ante vosotros he llorado, pero

No habéis sollozado. ¿Debo acaso cantar

Y llorar al mismo tiempo?

Vuestras almas sufren los tormentos

Del hambre, y sin embargo el fruto del

Conocimiento es más feraz que

Las piedras de los valles.

Vuestros corazones se marchitan de

Sed, y sin embargo las fuentes de la

Vida manan junto a vuestros

Hogares. ¿Por qué no bebéis?

Tiene el mar sus flujos y reflujos,

La Luna, crecientes y menguantes

Fases, y las Épocas sus

Inviernos y veranos, y todas las

Cosas varían como la sombra

De un Dios futuro oscilando entre

La tierra y el sol, pero la Verdad no

Puede cambiarse, ni tampoco disiparse;

¿Por qué, entonces, intentáis

Desfigurar su semblante?

Os he llamado en el silencio

De la noche para mostraros la

Gloria de la luna y la dignidad

De las estrellas, pero habéis salido,

Sobresaltados, de vuestro letargo y cogiendo

Con temor vuestras espadas, habéis gritado:

«¿Dónde está el enemigo? ¡A él debemos matar

Primero!» Al alba, cuando

El enemigo llegó, os volví a llamar,

Pero no salisteis esta vez

De vuestro letargo, porque estabais

Encerrados en el miedo, luchando contra

Las procesiones de espectros de

Vuestros sueños.

Y os dije: «Trepemos a

La cima de la montaña y veamos la

Belleza del mundo.» Y me

Respondisteis diciendo: «En las profundidades

De ese valle vivieron nuestros padres,

Y a su sombra vivieron, y en

Sus grutas fueron sepultados. ¿Cómo podríamos

Abandonar este lugar por otro

Que ellos no honraron?

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Y os dije: «Vayamos a la

Llanura cuya magnificencia llega hasta

El mar.» Y tímidamente me hablasteis,

Diciendo: «El rugido del abismo

Atemorizaría nuestros espíritus, y el

Terror a las profundidades consumiría

Nuestros cuerpos.»

Os he amado, Compatriotas, pero

Mi amor por vosotros es doloroso para mí

E inútil para vosotros; y hoy os

Odio, y el odio es un diluvio

Que arrasa con las hojas secas

Y las temblequeantes casas.

He tenido lástima de vuestra debilidad,

Compatriotas, pero mi lástima sólo ha servido

Para aumentar vuestras flaquezas, exaltando

Y nutriendo la pereza, que

Es inútil a la Vida. Y veo hoy

Vuestra enfermedad, a la que mi alma aborrece

Y teme.

He llorado por vuestra humillación

Y sumisión; y aunque manaron mis lágrimas

Cristalinas, no pudieron encrespar

Las turbias aguas de vuestra debilidad;

Quitaron, sin embargo, el velo de mis ojos.

Mis lágrimas nunca han llegado a

Vuestros petrificados corazones, pero

Han disipado la oscuridad dentro de mí.

Me burlo hoy de vuestro sufrimiento

Pues la risa es como el airado trueno que

Precede a la tempestad, y que nunca ruge

Cuando la tempestad ha pasado.

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¿Qué deseáis, Compatriotas?

¿Queréis que os muestre

El espectro de vuestro semblante sobre

El rostro de las quietas aguas? ¡Venid,

Ahora y ved cuán horrible sois!

¡Mirad y meditad! El miedo

Ha tornado vuestros cabellos grises como las

Cenizas, y la disipación ha marcado

Vuestros ojos convirtiéndolos en

Negros agujeros, y la cobardía

Ha tocado vuestras mejillas que parecen

Ahora tenebrosos despeñaderos del

Valle, y la Muerte ha besado

Vuestros labios, dejándolos amarillos

¿Qué buscáis, Compatriotas?

¿Qué pedís de la Vida a quien ya no os

Cuenta más entre sus hijos?

Vuestras almas se hielan en las

Garras de los sacerdotes y

Hechiceros, y tiemblan vuestros

Cuerpos ante las zarpas de los

Déspotas y los derramadores de

Sangre, y vuestro país se estremece

Bajo las botas en marcha del

Enemigo conquistador; ¿qué podéis, entonces,

Esperar, aunque estéis orgullosamente erguidos

Ante el rostro del sol? Vuestras espadas se

Herrumbran en sus vainas, y están rotas

Vuestras lanzas, y resquebrajados

Vuestros escudos; ¿por qué, entonces,

Permanecéis en el campo de batalla?

La hipocresía es vuestra religión, y la

Falsedad vuestra vida, y la

Nada vuestro fin; ¿por qué vivís,

Entonces? ¿No es acaso la

Muerte el único solaz

Para los miserables?

La vida es la determinación que

Acompaña a la juventud, y la diligencia

Que sucede a la madurez, y la

Sabiduría que persigue a la senilidad; pero

Vosotros, Compatriotas, habéis nacido viejos

Y débiles. Y se marchitó vuestra piel

Y se consumió vuestro cráneo, y luego os

Convertisteis en niños, que juegan

En el fango y se arrojan piedras

Unos a otros.

El conocimiento es una luz que enriquece

El calor de la vida, y todos los que la buscan

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Pueden ser parte de ella; pero vosotros,

Compatriotas, perseguís la oscuridad

Y evitáis la luz, esperando que el agua

Mane de las rocas, y la

Miseria de vuestra nación es

Vuestro crimen… No perdono

Vuestros pecados, porque vosotros sabéis

Lo que hacéis.

La humanidad es un río brillante

Que canta en su cauce, llevando

Los secretos de la montaña hasta

El corazón del mar; pero vosotros,

Compatriotas, sois turbios

Pantanos infectados de insectos

Y serpientes.

El Espíritu es una sagrada antorcha

Azul, que quema y devora las

Plantas mustias, que crece en

La tormenta e ilumina

Los rostros de las diosa’!; pero

Vosotros, Compatriotas… vuestras almas

Son como cenizas que el viento

Dispersa en la nieve, y que

Las tempestades esparcen para siempre

Sobre los valles.

No temáis al fantasma de la Muerte,

Compatriotas, pues su grandeza

Y piedad se negarán a acercarse

A vuestra pequeñez; no os atemoricéis

Ante la Daga, porque rehusará

Alojarse en vuestros huecos corazones.

Os odio, Compatriotas, porque

Vosotros odiáis la gloria y la grandeza.

Os desprecio porque vosotros os despreciáis.

Soy vuestro enemigo, porque os negáis

A daros cuenta de que sois

Los enemigos de las diosas.

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