Jesús, el hijo del hombre 5
Una mujer de Biblos
Elegía
Llorad conmigo ¡oh, hijas de Astarté y amantes de Tammuz! Que vuestros corazones se expriman y se derramen cual lágrimas de sangre;
Porque Aquel que fue concebido de oro y marfil ya no está más con nosotros.
Lo embistió el jabalí en el bosque oscuro y destrozó su cuerpo con sus colmillos.
Hoy duerme ensangrentado con las hojas de los años ya idos; El eco de sus pisadas no despertará más las semillas que duermen en el regazo de la Primavera.
Su voz no vendrá más con el alba a mi ventana. Viviré eternamente sola.
Llorad conmigo ¡oh, hijas de Astarté y amantes de Tammuz! porque mi Amado se escapó de mis manos.
Mi Amado hablaba como los ríos; su voz y su tiempo eran gemelos.
La boca de mi Amado era un dolor en llamas y luego se transformó en dulzura.
El Amado era Aquel en cuyos labios el acíbar se volvía miel. Llorad conmigo ¡oh, hijas de Astarté y amantes de Tammuz! Llorad conmigo alrededor de su ataúd como cuando lloran los astros;
Y como cuando los pétalos de la Luna caen sobre su cuerpo lastimado.
Mojad con vuestras lágrimas los cobertores de seda de mi lecho; Allí donde descansó mi Amado una vez en mi sueño y luego Se apartó de mis horas de vigilia.
Os conjuro ¡oh, hijas de Astarté! y todos los que amáis a Tammuz que lloréis conmigo; pues Jesús el Nazareno
Ha muerto.