Jesús, el hijo del hombre 5

Barrabás

 

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La cena antes de Pascua

 

Recuerdo fielmente la última vez que me visitó Jesús el Nazareno. A la hora del mediodía de un jueves llegó Judas y me pidió preparara una cena para Jesús y sus discípulos. Me entregó dos piezas de plata y me dijo:

-Compra todo cuanto sea necesario para la cena.

Al irse dijo mi esposa:

-Para nosotros es un inmerecido honor, porque Jesús es ya un gran Profeta y sus portentos son muchos.

Al declinar la tarde llegó Jesús con sus discípulos y subieron a la planta superior y se sentaron alrededor de la mesa. Estaban silenciosos, como si el Ave estuviese volando sobre sus cabezas. En otras ocasiones vinieron a mi casa pero satisfechos y alegres, cortaban el pan, escanciaban el vino y cantaban nuestras viejas canciones, o escuchaban a Jesús que solía hablarles con animación hasta medianoche, para luego dejarlo solo, porque así él lo deseaba.

Permanecía despierto toda la noche; yo escuchaba el eco de sus pasos. Esta vez me pareció que estaban preocupados él y sus amigos. Mi esposa había preparado pescado del lago, con gangas de Hurán y rellenos de arroz y granos de granada. Yo les serví vino de mi propia cosecha. Observé que deseaban estar solos, y así permanecieron hasta la hora del mogreb, en que se fueron. Jesús, antes de salir, nos dijo a mí y a mi esposa, poniendo su mano sobre la cabeza de mi hija:

-Buenas noches. Retornaremos a vuestra casa y no nos iremos tan temprano como ahora; permaneceremos con vosotros hasta el alba. Volveremos pronto y os pediremos mayor cantidad de pan y vino. Nos habéis tratado bien y os recordaremos cuando lleguemos a nuestra casa y nos sentemos a nuestra mesa.

-He tenido mucho honor en servirte, Señor -respondí-. Mis colegas posaderos me envidian el honor de estas visitas tuyas. Me río con soberbia de ellos en la plaza pública y les vuelvo la espalda.

-Todos los posaderos deben sentirse honrados cada vez que sirven, porque quien da el pan y el vino es hermano de aquel que siega y recoge las gavillas para llevarlas a la era; también es hermano del que estruja la uva en el lagar. Todos vosotros sois generosos, porque dais de vuestros bienes al que llega a vuestra casa con su hambre y su sed.

Luego, hablándole a Judas, que llevaba la bolsa de la Comunidad, le dijo

-Dame dos ciclos.

-Son las dos últimas monedas de plata que quedan en nuestra bolsa -advirtió Judas, dándoselas.

Jesús lo envolvió con su mirada y contestó:

-Pronto tu bolsa se colmará de plata -y poniendo las monedas en mi mano, añadió-: Compra una blusa de seda para tu hija, para que la. luzca en la Pascua, en recuerdo nuestro.

Contempló a mi hija, la besó en la frente, y echó a caminar, saludando:

-Buenas noches a todos.

Ahora me dicen que todo lo que nos dijo esa noche lo escribió uno de sus discípulos sobre cuero fino y lo guardó en su casa; mas yo lo relato tal como lo he oído de sus labios. Mientras viva recordaré el timbre armonioso de su voz, cuando se despidió diciéndome: «Buenas noches a todos».

Si deseáis saber más sobre este nuevo Profeta, preguntad a mi hija, que hoy ya es mujer, y no trocaría sus recuerdos de su infancia por todo. el oro del mundo. Ella está más preparada que yo para hablaros sobre Él.

 

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