Jesús, el hijo del hombre 5
Una vecina de María
Elegía
Al cumplirse los cuarenta días de su muerte, fueron todas las vecinas de María a consolarla y a cantar sus elegías. Una de ellas cantó de esta manera:
¿A dónde, Primavera mía, a dónde,
Y hasta qué otro espacio se elevó tu perfume?
¿En qué huerta andarás?
¿Hasta qué firmamento alzarás tu cabeza
Para hablar y revelar lo que hay en tu corazón?
Se volverán desiertos estos vergeles,
Ya no tendremos campos rasos Y desiertos eriales.
Todo lo verde y lozano Se marchitará al Sol.
Nuestros jardines no darán más
Que manzanas agrias, y nuestros viñedos
No cargarán sino uva amarga.
Tendremos sed de tu vino
Y ansia de tu aroma.
¿A dónde ¡oh, flor de nuestra primogénita
Primavera! a dónde?
¿Volverás con nosotros?
¿No nos visitará más tu jazmín?
¿No crecerán más flores en
Las orillas del camino, con el
Perfume de tu corazón para advertirnos
Que nosotros también tenemos
Profundas raíces en la tierra,
Y que nuestros suspiros no interrumpidos
Permanecerán elevándose por siempre
Hacia el cielo?
¿A dónde ¡oh, Jesús! a dónde?
¡Oh, hijo de mi vecina María
Y amigo de mi hijo querido!
¿Para dónde ¡oh, nuestra
Primogénita Primavera! y a cuál
Erial te vas?
¿Volverás otra vez a
Estar con nosotros?
¿Visitarás, en la marea de tu Amor,
Las desiertas playas de nuestros sueños?