Jesús, el hijo del hombre 4
Pedro
El vecino
Cierto día me dijo mi Rabí y Maestro en Cafarnaúm:
-Vuestro vecino es vuestro segundo «yo» que vive tras las paredes. Con la mutua comprensión sucumben todas las paredes. Y quién sabe si vuestro vecino no es vuestro mejor «yo» encarnado en otro ser. Procurad, entonces, quererlo tanto como a vosotros mismos. Es también una manifestación del Todopoderoso, que vosotros no conocéis.
«Vuestro vecino es un campo en el cual se pasea la Primavera de vuestras esperanzas con su atavío verdoso. Vuestro Invierno sueña en él, con las cimas cubiertas de nieve.
«Vuestro vecino es un espejo en cuya faz se refleja vuestra imagen alegre y triste; alegría y tristeza que vosotros desconocéis. Amad, pues, a vuestro vecino tal como os he amado yo.
Entonces le pregunté:
-¿Cómo puedo amar a un vecino que no me ama, que es envidioso y quiere quitarme lo mío, y muchas veces me roba?
-Cuando aras y mientras tu siervo echa la semilla detrás de ti, ¿te detienes, acaso, para observar hacia atrás y ahuyentar un gorrión que baja al suelo a mitigar su hambre con un grano de los tuyos? Si así lo hicieras no serías digno de la bendición ni la riqueza de la siega.
Cuando me hubo dicho eso tuve vergüenza de mí mismo, mas no me desanimé porque me fortaleció su sonrisa.