Jesús, el hijo del hombre 4
Sarquís
(Anciano pastor griego apodado «El loco»)
Jesús y Pan
Soñé una noche que Jesús el Nazareno y Pan, mi dios, se encontraban sentados en el corazón de un bosque, festejando el uno las palabras del otro. El arroyo participaba de sus risas. La de Jesús era más feliz y jovial. Estuvieron dialogando largamente.
Habló Pan de la tierra y de sus misterios; de sus hermanos de pezuñas y cuernos; de los sueños, de las raíces y de la serenidad y, sobre todo, de la savia que se reanima y despierta cantando con la primavera.
Jesús habló de las pequeñas ramas del bosque, de las flores de los frutos y de las semillas que llevarán sus ramas en una estación que aún no ha venido. Habló de los pájaros que vuelan y cantan en el espacio infinito y de los gamos blancos que el ojo del Todopoderoso cuida en el llano.
Se alegró Pan con los diálogos del nuevo dios, llenándose de placer sus narices. En el mismo sueño vi que el sueño reinaba sobre Pan y Jesús, y que estaban sentados a la sombra de los árboles, luego, tomó Pan su caramillo y tocó; su música produjo un movimiento de sacudidas en los árboles; tiritó el follaje y se estremeció el helecho, lo cual me causó temor y pánico. Jesús le dijo:
-Buen hermano, has reunido en tu caramillo los senderos de los bosques y las cumbres de las montañas.
Pan, alcanzándole el caramillo a Jesús; le dijo:
-Toca tú ahora. Ya es tu turno.
-Es grande en mi boca esta caña; déjame que toque en la mía.
Y Jesús comenzó a tocar; entonces oí la melodía de la lluvia sobre las hojas, el murmullo de los arroyos entre las colinas y la suave caída de la nieve sobre la cima de los cerros. Y los latidos de mi corazón, que había tomado del viento, volvieron al viento. Toda la marea de mi pasado volvió a mi ribera, y fui otra vez Sarquís el pastor. Y el caramillo de Jesús se convirtió en mil naves de mil pastores que conducen innumerables rebaños.
-Tú estás más cerca de la música -dijo Pan- por tu juventud, que yo por mi vejez. Antes de hoy he oído en mi paz tu música y tu nombre. Tu voz. y tu nombre son sacros y dulces; ellos se elevarán fuertemente con la savia a las ramas y correrán entre montes y quebradas. Tu nombre no es desconocido para mí, no obstante no habérselo oído a mi padre; bastó que tocaras tu caramillo para recordarte. Ahora vamos a tocar al unísono.
Y los dos tocaron al mismo tiempo. Su música golpeó el cielo y la tierra y un terror invadió a todos los vivos. Oí el rugido de, los animales y la angustia del bosque; el lamento de los solitarios y la queja de los que anhelan lo desconocido. Oí los suspiros de la doncella por su amado, y el jadeo del cazador tras su presa. Luego volvió la paz a la música de ambos. Y se emocionó alegremente la tierra y juntamente con el cielo entonaron una canción.
Todo eso he visto y escuchado en mi sueño.