Jesús, el hijo del hombre 4
Bárbara,la amonita
Jesús el implacable
Jesús era muy paciente con los simples y los ignorantes; era como el Invierno que aguarda la llegada de la Primavera. Era paciente como la montaña, con los embates de la tempestad. Respondía con dulzura todas las preguntas que, estúpidamente, le formulaban sus enemigos. Callaba ante vanas y erróneas discusiones, porque era fuerte, y al alcance del fuerte está siempre el poder y la fuerza de ser paciente. Pero Jesús también era impaciente e implacable. Jamás toleró a los hipócritas y nunca encomendó sus armas a los malvados ni a los mistificadores. Ningún hombre pudo dominarlo. No tuvo paciencia con esos que negaron la Luz para vivir en la sombra, ni con los que exigían señales del cielo, en vez de solicitarlas a sus corazones.
No era paciente con los que han pesado el día y medido el cielo antes de haber ofrecido sus sueños al Alba y al Atardecer. Jesús era paciente, pero tenía menos paciencia con esa gente. Exigía que tejieras la tela aunque perdieras muchos años entre el telar y sus hilos, pero nunca permitió a nadie romper un centímetro de la tela ya terminada.