Jesús, el hijo del hombre 4
Un zapatero en Jerusalén
Neutralidad
Jamás lo amé, pero tampoco lo odié. Nunca presté oído a sus prédicas; prefería oír su voz melódica, que me era tan agradable.
Todo lo que dijo era ambiguo e incomprensible a mis oídos y pensamientos, aunque la música de su voz era clara y sonora para mí.
En verdad, si yo hubiera oído de labios de la gente la acotación de sus enseñanzas, no habría podido diferenciar si Jesús era amigo o enemigo del judaísmo.