Jesús, el hijo del hombre 3

Nicodemo,poeta

(El más joven de los miembros del sanedrín)

 

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Los necios y los mistificadores

 

Muchos son los necios que dicen que Jesús se interpuso entre Él y su propio Sendero; que se combatió a sí mismo; que no conoció su propio pensamiento y que al perder ese conocimiento, se engañó y se perdió.

Numerosas son las lechuzas que no saben de cantos más que aquéllos que se asemejan a sus chistidos. Yo y tú conocemos a los charlatanes que gustan jugar con las palabras; aquellos que sólo respetan a los que les superan en burlas y engaños, y llevan sus cabezas en cestas para venderlas en la feria por el primer precio que se les ofrezca. Nosotros conocemos a los enanos que retan a los gigantes cuyas cabezas tocan el cielo. También sabemos lo que dice la zarza a la encina y al cedro. Me compadezco de ellas porque no pueden subir y trepar las alturas. Mas la compasión no les lleva luz por más que la rodea la piedad de todos los ángeles. Conozco el espantapájaros que se mueve con sus andrajos en medio de las espigas, pero está muerto para las espigas y el viento cantor. Igualmente conozco cómo la araña que no tiene alas teje sus redes para cazar los alados. Conozco a los impostores y a los que soplan en los caramillos y a los que tocan los atabales; aquellos que por el ruido o la barahúnda que hacen no pueden oír el canto de la alondra del cielo ni el susurro del aura matinal en el bosque. Conozco el que rema en todos los ríos pero no conoce el manantial, y viaja con todos los arroyos, pero sin atreverse a bajar a la orilla del mar.

Conozco aquel que ofrece sus manos lentas al jefe de los albañiles del templo y al ser rechazadas esas manos inhábiles, amenaza en la lobreguez de su corazón, diciendo: «Destruiré todo lo que se construya».

Conozco a todos esos, pues son los que protestan por lo que dijo Jesús una vez: «Os traigo la Paz»; y en otra vez: «Traigo una espada». Ellos no pueden entender que Jesús dijo la verdad cuando habló así: «Yo llevo la Paz para los hijos de la Paz y coloco la espada entre el que ama la paz y el que ama la espada». También se admiran de cómo dijo un día: «Mi Reino no es de este mundo», para luego añadir: «Dad al César lo que es del César»; porque ignoran que si en verdad desean ser libres para entrar en el Reino de los anhelos de sus almas, es menester primero no discutir con el guardián que vigila el pórtico de sus necesidades, pagando miserable tributo para entrar en aquella ciudad. Esos son los que dicen: «Ha enseñado la bondad, la misericordia y el amor al prójimo, pero no se interesó de su madre ni de sus hermanos, cuando éstos lo buscaban por las calles de Jerusalén», desconociendo acaso que, por temor de perderlo, querían que volviera al taller de la carpintería. Mas Él quería abrir nuestros ojos para que viéramos la Aurora de un nuevo día. Su madre y sus hermanos querían que viviese en lo oscuro de la muerte; pero Él prefirió morir sobre aquella colina, a, fin de permanecer vivo en nuestra mente, que no duerme.

Sé de esos topos que cavan sus cuevas sin un fin determinado. ¿No son ellos los que combaten a Jesús diciendo que él se elogiaba cuando, ufano, dijo a la multitud: «Soy el Camino y la Puerta de la salvación», y se llamó «La Vida y la Resurrección»? Pero Jesús no pidió para sí más de lo que para sí pregona mayo a su llegada. Es verdad que dijo que Él era el Camino, la Vida y la Resurrección para el espíritu humano. Yo testimonio la verdad de ese dicho. ¿No os acordáis de mi? Soy Nicodemo, quien jamás se apartó de la ley y no creyó sino en ella, respetando sus preceptos y mandatos. Observadme ahora veréis a un hombre que camina con la Vida y sonríe con el Sol al despuntar la aurora, hasta declinar la tarde y ocultarse tras las colinas.

¿Por qué os detenéis vacilantes, dudando ante la palabra «Salvación»?; yo mismo logré mi salvación por medio de Jesús. No me preocupa hoy lo que será de mí mañana, porque sé que Jesús reanimó mis sueños e hizo de ellos mis mejores camaradas y amigos del Camino. ¿Seré menos que un hombre si creo en una persona que es más que un hombre? Las barreras de los pies y de la sangre. han desaparecido al tenderme su mano el poeta de Galilea. Un espíritu me cogió y elevó a las alturas, y en medio del cielo entonaron mis alas las canciones del espacio puro. Y cuando bajé con el viento y manifesté mis curiosas opiniones en el Sanedrín, no perdí mis canciones ni aún en el seno del mismo, porque mi ascensión con alas sin plumas se ha conservado en el cántico, y todo lo que hay de indigencia en esta mísera tierra no podrá despojarme de mi Tesoro.

He hablado lo suficiente. Deja que los sordos entierren el balbuceo de la vida en sus oídos muertos; yo estoy conforme con la melodía armoniosa de la cítara de Jesús, que Él llevaba consigo, y en cuya cuerdas tañía su Himno cuando lo elevaron sobre la Cruz y con su Sangre regó la Tierra.

 

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