Jesús, el hijo del hombre 3
Jonathán
Entre los lirios del agua
Un día yo estaba con mi amada remando en un lago de agua dulce, circundado por las colinas del Líbano. Pasábamos debajo de los sauces llorones, gozando de la fresca sombra que se dibujaba alrededor de nosotros. En tanto yo remaba y la barquilla se deslizaba, mi amada cantó así:
«¿Qué otras flores, de no ser los lotos del Nilo, conocen el agua y el sol?
«¿Qué otro corazón, de no ser el tuyo, conocerá la tierra y el cielo?
«Mira, amado mío, esta flor dorada que flota entre el cielo y la mansa hondura del lago tal como nadamos (tú y yo) entre mi amor, que estuvo desde el principio y que así seguirá hasta el fin de los siglos.
«Mueve tu remo, amor mío, que yo tocaré mi laúd, y así seguiremos al sauce llorón y al lirio del agua.
«En Nazareth hay un poeta cuyo corazón es como la flor de loto. Es un poeta que conoce el alma de la mujer, y sabe de su sed que brota de las aguas y de su hambre de sol; no obstante tener ella sus labios hartos.
«Dicen que vive en Galilea, pero yo digo que está remando con nosotros.
«Mírame, amado mío, mira; donde se inclina el sauce y se resume su sombra sobre el rostro del lago, allí se mueve ese poeta, tal como nos mecemos blandamente en esta barca.
¡Cuán bello y encantador es conocer la juventud de la vida, amado mío, con su alegría cantante!
«¡Cuánto anhelo que tus remos permanezcan eternamente en tus manos y tener yo entre mis dedos las cuerdas de mi laúd, donde sonríen los lotos del Nilo, bajo los rayos del Sol, y se lustra el sauce en el agua, acompañados de la reverberancia de mis cuerdas!
«Rema, amado mío, que quiero tañer mi laúd. En Nazareth hay un poeta que nos conoce y nos ama.
«Rema, amado mío, que quiero arrancar a las cuerdas de mi laúd la canción más dulce».