Jesús, el hijo del hombre 3
Benjamín,escriba
Permitid que los muertos entierren a sus muertos
Dicen que Jesús era enemigo de Roma y del judaísmo, mas yo os digo que no era enemigo de ningún hombre ni de ningún género de gente. Yo mismo le escuché decir:
-Las aves del espacio y de las altas cumbres no se ocupan de las culebras en sus cuevas. Permitid que los muertos entierren a sus muertos, y en cuanto a ti, envuélvete en la vestidura de tu «yo» aún entre los vivos, y elévate hacia lo alto.
Yo no era discípulo suyo, pero lo he seguido con la multitud que iba tras Él para ver su rostro. Miraba a Roma y a nosotros los esclavos de Roma, como cuando mira el Padre a sus hijos que pelean entre sí por un juguete.
Jesús era más grande que la Provincia y el Estado; era más grande que la Revolución. Vivía solo en su retiro y era una vigilia perfecta. Lloró por todo eso que nosotros no hemos llorado, y sonrió de nuestra rebelión y desobediencia. Jesús era el comienzo de un nuevo Reino sobre la Tierra, que jamás tendrá fin.
Era hijo y nieto de todos los monarcas que han levantado el Reino del Espíritu, y nuestro reino sólo será gobernado por el Espíritu.