Jesús, el hijo del hombre 3
Fumía,pitonisa de Sión
A sus compañeras
Empuñad vuestras flautas que quiero cantar
Tocad las cuerdas de plata y de oro.
Tañed que quiero cantar el recuerdo del Hombre valiente
Que mató al salvaje del valle, y luego se sentó
A contemplarlo con misericordia.
Templad vuestros laúdes para cantar
A la Alta Encina que está en las Alturas.
Cantemos al recuerdo del Hombre cuyo espíritu toca a
Los cielos y cuya mano rodea el Mar.
Aquel que besó los labios pálidos de la Muerte,
Pero que hoy tirita ante la boca de la Vida.
Templad vuestros laúdes para cantar juntas
Al Cazador valiente que está sobre la loma,
Que cazó al animal con su invisible flecha,
Extrayéndole la garra y el colmillo.
Templad vuestros laúdes para cantar todas juntas
Al joven aguerrido que venció las ciudades de los montes
Y de las llanuras, amontonadas cual serpientes sobre arena;
Y que no combatió contra enanos sino contra gigantes
Hambrientos y sedientos de nuestra carne y de nuestra sangre; y que era cual el primer halcón áureo que sólo riñe con las águilas, porque sus alas son grandes y orgullosas y no quieren ser castigo de los débiles.
Templad vuestros laúdes para cantar todas juntas la canción del mar y del aluvión.
Los dioses han muerto y hoy duermen en paz
En la isla olvidada, en el mar abandonado;
Mas Él está sentado sobre un trono, triunfante.
Estaba en su juventud, porque la Primavera
Todavía no le había dado barba.
Su estío era adolescente en su campo.
Traed vuestros laúdes para cantar juntas a la tormenta
Que en el bosque destroza los gajos secos y desnudos,
Mientras deja que las raíces se alimenten de la savia del suelo.
Tomad vuestros laúdes para cantar
Juntos el Himno Eterno de nuestro Bien Amado.
Deteneos, compañeras, y no tañáis más vuestras cuerdas.
Dejad vuestros laúdes; no podemos cantarle ahora;
Porque el susurro débil que arrancan vuestros cantares
No llega a su tempestad, y no tiene fuerza para penetrar
La majestad de su silencio.
Dejad vuestros laúdes y venid a mí.
Quiero repetir a vuestros oídos sus parábolas
Y cantaros sus ejemplos, porque la reverberancia de su voz
Es más profunda que nuestro amor.