Jesús, el hijo del hombre 3
Malaquías,astrólogo babilonio
Los milagros de Jesús
Me preguntáis sobre los milagros de Jesús y os contesto: En cada un mil de mil años se juntan el Sol, la Luna y esta Tierra con sus hermanos los planetas, en una línea ecuatorial, para dar un ejemplo; luego se retiran lentamente y esperan pasar mil de otros mil años. No hay milagros en el Universo detrás de las Estaciones. Tú y yo nada conocemos de–Ellas, pues, ¿qué me puedes decir de una Estación llena que se encarna y toma la forma de una sola persona? En Jesús se han fundido todos los elementos de nuestros cuerpos y de nuestros sueños, conforme a la ley, y todo lo que era anterior a su tiempo hoy halló en él su tiempo y sazón.
Dicen que devolvía la visión a los ciegos y las fuerzas a los paralíticos, y expulsaba los demonios de los dementes. Puede ahora que la ceguera no sea sino una idea oscura que se puede vencer con un pensamiento luminoso y flamígero; y puede que el órgano inválido no sea más que una inercia que se puede despertar con la fuerza motriz, y que los malos espíritus que son los elementos perturbadores en nuestra vida, sean expulsados de nosotros por los ángeles de la Paz y el Sosiego.
Dicen también que tornaba la vida a los muertos. Si puedes decirme lo que es la Muerte te diré lo que es la Vida.
Vi una vez un arbusto de encina; era un arbusto modesto, tranquilo, sin importancia y sin valor; en la primavera siguiente encontré aquel arbusto con hondas raíces, convertido en gigantesca encina, erguida ante la faz del Sol. Tú, sin duda, crees que eso es un milagro, mas este milagro se obtiene mil veces en un descuido de cada año y en la nostalgia de cada primavera: entonces, ¿por qué no puede ocurrir el milagro en el espíritu del hombre? ¿No podrán las Estaciones agruparse en la mano de un Hombre Ungido tanto como en sus labios? Si nuestro Dios ha brindado a la Tierra la virtud de dar vida en sus entrañas a las semillas ¿por qué no otorga al espíritu del hombre la de transmitir el soplo de vida a otro corazón, aunque aparentemente haya estado muerto?
He hablado de estos milagros que, en realidad, no me llaman tanto la atención como el gran Milagro que es el Hombre mismo; ese caminante que ha trocado en oro puro el óxido que había en mí, y que me enseñó cómo debo amar a los que me odian. Con ese hecho que hizo conmigo me trajo el consuelo y coronó mis noches con los más dulces sueños.
Este es el milagro de mi vida. Yo era ciego y de errada conducta, y en mis profundidades había mucho de los espíritus inquietos; yo era un muerto. Mas hoy veo con claridad y camino rectamente, porque he recuperado mi salud. Hoy vivo para ver y proclamar los milagros de mi Ser en cada hora de cada día.
Yo no soy de sus aliados; soy un viejo astrólogo que recorre el campo del espacio en cada Estación. Ya estoy en el ocaso de mi vida, mas toda vez que busco un amanecer busco en realidad la juventud de Jesús. La vida busca eternamente la juventud, pero la sabiduría busca en mí las visiones apocalípticas.