Jesús, el hijo del hombre 2

Judas,pariente de Jesús

 

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La muerte del Bautista

 

Ocurrió esto en una noche de Mayo. Estábamos con el Maestro en un prado cerca del lago, que los antiguos llamaron «Prado de los Cráneos». Jesús estaba recostado en la hierba, contemplando las estrellas, cuando dos hombres irrumpieron, agitadísimos, entre nosotros; el dolor se traslucía en sus rostros. Se postraron ante Jesús y éste se puso de pie, preguntándole de dónde eran.

-De Majaros -respondieron.

Jesús se conmovió e interrogó con visible ansiedad:

-¿Qué sabéis del Bautista?

-Hoy lo decapitaron.

Alzó Jesús la cabeza y luego de caminar un corto trecho se detuvo entre nosotros y nos dijo:

-Estaba en manos del poder matar al Mesías antes de hoy. Es verdad que el rey ha probado y gustado todos los placeres de sus pueblos; pero los reyes antiguos no eran tardíos en entregar la cabeza de un Mesías a los cazadores de cabezas. No estoy tan triste por la suerte que ha corrido Juan como por la de Herodes que la ha autorizado. ¡Pobre rey! Es corno el animal llevado por las riendas. ¡Qué desgraciados son esos hombres! Caminan en las tinieblas, y quien viaje en sombras caerá. ¿Qué podréis esperar de un mar infecto sino peces muertos? Yo no detesto a los reyes, más bien quiero que gobiernen, pero a condición de que sean más sabios que los demás hombres.

Luego miró a los dos recién llegados y a nosotros, y reanudó su plática:

-Juan nació herido y la sangre de sus heridas fluía de sus palabras y enseñanzas. Era una libertad que aún no se había liberado de sí misma, y una abnegación que sólo aceptaba a los rectos y virtuosos. En realidad era una voz que tronaba en la tierra de aquellos que tenían oídos y no escuchaban. Yo le amé en su tristeza y soledad, como amé también su altivez y rebeldía, que entregó junto con su cabeza al verdugo, antes de darlos al polvo de los sepulcros. En verdad os digo que Juan, hijo de Zacarías, es el último de su estirpe, y como sus antepasados, fue muerto en el umbral entre el Templo y el Altar.

Calló un instante, se paseó calmosamente, y volviendo a detenerse ante nosotros, agregó:

-Así fue y así será. Los que gobiernan un instante matan a aquellos que gobernarán siglos. Así será eternamente. Se reunirán en sus divanes y juzgarán al hombre que todavía no ha nacido y lo condenarán a muerte antes de haber cometido algún crimen. El hijo de Zacarías vivirá conmigo en mi Reino y su día será eterno.

Acto seguido se dirigió a los discípulos de Juan:

-Cada acción tiene su mañana. Tal vez yo mismo sea un mañana para este acto. Id y decid a los amigos de mi amigo que yo estaré con ellos.

Los dos hombres se retiraron, pero menos tristes y desesperados que cuando vinieron.

Jesús se recostó nuevamente sobre la hierba y volvió a la contemplación de los astros. Ya era hora avanzada de la noche; yo estaba recostado cerca de él, buscando descansar de todo corazón; pero una mano oculta golpeaba el pórtico de mi corazón; y así permanecí en vigilia, hasta que Jesús y el alba me llamaron para seguir el Camino.

 

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