Jesús, el hijo del hombre 2
Un adelantado
Jesús era uno de afuera
Me solicitáis que os hable de Jesús el Nazareno; tengo mucho que deciros, pero no es tiempo aún, sin embargo. Todo cuanto os diga será la pura verdad; por cuanto toda palabra que no dice una verdad no tiene valor alguno. He aquí un desequilibrado que se rebela contra el orden, y un pordiosero que combate contra la propiedad, y un borracho que sólo se alegra y convive con repudiados y vividores.
No era hijo del Estado ni del Imperio, que disfrutara de un derecho o de un patrimonio a igual que los demás compatriotas útiles, por eso se mofaba del Estado y del imperio.
Vivía libre ignorando lo que era un deber o un derecho, como las aves en el espacio; por eso los cazadores lo derribaron con sus flechas. Ningún hombre que destruya las bóvedas del pasado se salva del derrumbe de sus piedras, y nadie puede abrir las compuertas del diluvio de sus padres sin que lo arrastre el aluvión. Es la ley. Y como aquel Nazareno ha violado y roto esa ley, fue eliminado con sus adeptos.
En el mundo ha habido muchos seres como él, que han querido torcer el curso de nuestra vida, y después tuvieron que cambiar de idea, porque fueron derribados. Hay al pie de los muros de la ciudad una vid que no da uva; crece y se extiende sobre las piedras del muro; si esa vid se dijera: «Destruiré estos muros con la fuerza del paso de mis ramas»; ¿qué dirían de. ella las otras plantas? Se mofarían de su pretensión.
Por eso me veis obligado a reírme de ese hombre y de sus ilusos apóstoles.